En materia de paz en Colombia no cabe la menor duda que hay que hacer los mayores esfuerzos para lograr que el conflicto interno que hemos vivido los colombianos desde hace más de cincuenta años se resuelva, reconociendo que los factores generadores de violencia han sido múltiples y diversos y han tenido momentos históricos y contextos particulares que lejos de poder ser abordados bajo una visión única requieren una consideración holística.
En efecto, dentro de los factores de violencia de los últimos años, observamos en los inicios una violencia partidista entre liberales y conservadores, a la que le siguió el levantamiento de grupos armados que generaron movimientos guerrilleros, los que a su vez fueron generadores de fuerzas paramilitares que pretendieron hacer de contrapeso, todo ello exacerbado por la presencia de narcotráfico y actividades al margen de la ley como la minería ilegal, generando bandas criminales de todo tipo con el propósito de defender y controlar buena parte de estas y otras actividades económicas ilegales.
Dada esta multiplicidad de factores celebro que el nuevo gobierno hable de una paz total y no solo de un esfuerzo de paz con uno solo o algunos de los factores generadores de violencia, y para que ello se logre será fundamental que esta visión se consolide como política de Estado y no solo de un gobierno, lo que significará que además del cumplimiento de las leyes vigentes que fijan los parámetros de negociación, se involucren a todos los actores de la sociedad, tal y como las normas vigentes desde la Ley 148 de 1996 lo han establecido con instancias que exigen que en las comisiones negociadores estén representadas las distintas fuerzas políticas del país y las distintas ramas del poder público.
Ahora bien, con relación al estatus político del que habla la Ley, este debe solamente otorgarse a aquellos grupos que en su inicio tuvieron una agenda política y no a otras manifestaciones de violencia, pues si bien dentro del amplio esquema de solución pueden considerarse todos los tipos de violencia como impone una paz total, el estatus político debe reservarse exclusivamente a los actores vinculados con dicho origen.
Tema especial debe ocupar el tratamiento que se le dé a la resolución del conflicto del narcotráfico, pues si bien este ha sido uno de los principales combustibles del conflicto interno, cualquier consideración que se haga frente al mismo debe tener presente su dimensión internacional. En esta materia debe reconocerse el coraje y la valentía del Presidente Petro al plantear ante la comunidad internacional, como Presidente en ejercicio y no como Expresidente, la necesidad de cambiar el enfoque global frente a las drogas asumiendo su gestión como un problema de salud pública, pero este planteamiento es solo el inicio de un debate y ejercicio de concertación global que resulta fundamental adelantar y concertar si se quiere resolver de manera definitiva este componente que trasciende nuestra sola consideración local.
Pero en todo este ejercicio de reflexión sobre las diversas formas de violencia en nuestro país, uno de los temas centrales será reconocer que la paz no solamente se logra a través de una negociación con los grupos alzados en armas, sino que la Paz verdadera supondrá lograr un equilibrio social que permita que en el país no siga existiendo un abismo social y económico entre las ciudades y el campo y ausencia en muchos territorios de la acción del Estado.
En este contexto, la mayor inversión social en zonas apartadas de Colombia, que el expresidente Betancur llamaba la otra Colombia, en materia de vivienda, salud , educación e infraestructura es de la mayor importancia y necesidad. Solo así se logrará acercar el desarrollo a las distintas regiones y construir una igualdad en oportunidades que es lo más importante para nuestro destino económico y de política social.
Por esto es que yo hablaría no solo de paz total sino que hablaría igualmente de paz integral, pues con este concepto adicional se haría énfasis no solo en la negociación con todos los grupos al margen de la ley sino que se pondría igualmente el foco en la necesidad de justicia social y equidad, reconociendo que paz sin bienestar integral no es una paz real para Colombia y que una paz sin justicia y reparación no es una paz verdadera ni duradera.
Por último hablando de reforma agraria, no se trata solo de repartir tierras a los campesinos que la merecen. Se trata también de manera integral de acompañar esta política de capacitación, financiación, dar asesoría a los nuevos cultivos y garantizar su compra y comercialización de tal manera que no haya una frustración y las tierras sean productivas.
Bienvenida pues la propuesta de Paz Total, pero fortalezcámosla reconociendo que Total no significa reconocimiento y tratamiento en igualdad de todas las manifestaciones de violencia, que su verdadera sostenibilidad estará en el involucramiento de todos los actores de la sociedad volviéndola política de Estado y que su verdadero foco no es la negociación en sí con los grupos ilegales sino la solución de los problemas de injusticia social de nuestro país, esto una política de Paz Total e Integral.