Jaime Bedoya Medina
*Alfonso Gutiérrez, nos regaló una meliflua apología sobre Alberto Lleras, del que conocemos su admirable prudencia, garbo y magia en el uso de la palabra, tampoco apegado enfermizamente al poder propio de tantos líderes. Por tal virtud, aprovechado por los politiqueros de entonces, que lo comisionaron para hablar con el Monstruo, con nada qué perder y mucho por ganar quien, con su odio enfermizo hacia Rojas, el Usurpador, se aliaría hasta con el diablo a fin de sacarlo del poder. Alfonso, deslumbrado con el Frente Nacional, lo lleva a exclamar que, a pesar del oscurantismo de los años 50, había líderes, como ellos. Olvida el columnista que ese tal Frente Nacional-incluso López Michelsen lo combatió- fue un Tratado de Versalles criollo, pues como en lo convenido por las potencias europeas, todos sabían que no traería la paz, dado que un pacto excluyente, además de antidemocrático, es moralmente bastardo y no obliga a los excluidos, como en efecto ocurrió. Las potencias occidentales que ganaron la Primera Guerra sabían que tan humillante imposición exacerbaría los ánimos alemanes que rápido ripostaron. Aquí postergaron los dolores y tarde o temprano habría de reventarse la cuerda, con las terribles consecuencias que conocemos hoy. Mas, viéndolo bien, ellos sí eran grandes líderes pero para mantener el statu quo, no para defender la democracia ni al pueblo.
Lleras debió gastar su liderazgo en fortalecer las organizaciones liberales, que habían formado para derrotar el régimen fascista de hambre, exclusión y violencia que el partido conservador amangualado con la Iglesia habían impuesto dizque porque los liberales, ateos y masones tenían pasaporte al infierno y por lo tanto, no era pecado matarlos. Recuerdan a monseñor Willis que, a propósito, tiene una causa abierta para la santificación. ¡Qué tal esa! Lleras, con todo el prestigio que tenía, no fue capaz de abrazar la justa causa de los marginados y prefirió que la historia, escrita por los vencedores, lo vistiera de gloria espuria.
Pero la tapa del artículo, fue referirse a Luis Carlos Galán como un hombre sin carisma. Qué irrespeto al colombiano más valiente y comprometido, de finales del siglo XX, que enfrentó sin miedo a corrupción, politiquería y narcotráfico, los peores males de la sociedad y un gran orador, por demás.
*Solidaridad con Gustavo Petro, un senador que nunca debió dejar el parlamento para aventurarse por el mundo de la administración, en el que no le va bien.
Jaime Diego Bedoya: Educador y abogado. Premio Compartir 2014 al Rector Ilustre, por su desempeñó como Rector del Colegio Galán de Pereira, en donde logró durante varios años sucesivos que sus estudiantes obtuvieran los mejores resultados de los colegios públicos de la ciudad, en las pruebas del Estado, gracias al esfuerzo conjunto con padres de familia y docentes. Pensionado, ha sido columnista de prensa y comentarista invitado en Ecos 1360 Radio.