Por Jaime Bedoya Medina
*El derecho penal habla en el caso del escándalo de la vicepresidenta y de todos los ciudadanos que se hallen en situaciones iguales, como el general Naranjo con un hermano preso en Alemania por narcotráfico, o de ese gran colombiano, Iván Marulanda, a quien le condenaron un hermano en Estados Unidos: No existen delitos de sangre. ¡Por fortuna!
Pero no deja de ser honrado que quien aspira a los más altos cargos de la nación, esté libre de enredos familiares o comerciales que, de todos modos, atraen la mirada inquisidora o vigilante de la prensa.
El insufrible Turbay Ayala, ante sospechas por vínculos con el narcotráfico, pidió a su amo, el embajador gringo, buena certificación. A pesar de ser elegido, seguramente con el respaldo de esa carta y para vergüenza, con el de su partido liberal-bueno, ya de liberal no tenía nada- jamás pudo sacudirse el sambenito.
La señora vicepresidenta debió informar al pueblo el descalabro familiar. Éste, de seguro la habría premiado haciéndola vencedora en la candidatura de la derecha y sería la mandataria hoy, superior a este subpresidente; porque además de ser la más preparada y de mejor experiencia administrativa, el elector, aunque engañado, exaltaría la sinceridad.
Con su reprochable silencio, sobrellevará este lastre por el resto de vida. Recordemos a la superestrella demócrata GARY HART, del año 88 de quien la prensa norteamericana hablaba así:
“Gary Hart hubiera ganado aquellas famosas elecciones, en las que partía como claro favorito unas semanas antes de la votación. Hombre con formación; empezó su carrera desde abajo; familiar, carismático, guapo, atractivo, telegénico- éstas no son cualidades de nuestra vice, para su infortunio-, agrego yo-. Tenía todo para convertirse en el futuro presidente de Estados Unidos.
A escasos días de las elecciones, aventuras románticas saltaron a la luz pública, ocupando portadas y minutos de televisión durante días; transcendencia mediática y social sin precedentes, que marcaría un antes y un después en la vida de Hart, quien finalmente tuvo que renunciar por haberlas escondido”.
Un episodio, tan privado y personal, que en nada afectaría el manejo del Estado, se tiró la carrera del encomiado político, en favor de Reagan.
No mientan, que a ella no le piden la renuncia por delincuente, sino por callar algo tan serio para un aspirante a semejante dignidad.
**En todo caso de contradicción entre el derecho y la justicia, irás al lado de la segunda, enseñan en las facultades de derecho. Así lo hizo el valiente policía en Cali, que sin ser abogado dio lecciones de grandeza e impidió el injusto desalojo. ¡Felicitaciones!
Jaime Bedoya Medina