Por Jaime Bedoya Medina.-
*El papa Francisco, un sabio para resolver las cosas elementales de la vida y un santo viviente, dio hace poco una recomendación sobre la oración que ilustró a plenitud sobre el poder de la misma: No nos podemos cansar de orar porque si no cambia el entorno, cambia uno.
Reflexioné y me di cuenta que el poder de la plegaria en la transformación personal es muy poderoso pues en realidad evolución, del entorno o de las duras realidades que vive la raza humana, no se han operado por la acción de la rogativa a la divinidad, a pesar de los miles de años que llevamos suplicándole.
Con este ensalmo espiritual y místico, por muchos años predicado desde los púlpitos nos impusieron que no se podía desfallecer en la confianza hacia la Divina Providencia, so pena del sacrilegio o la herejía y así mantuvieron sometidos a los marginados para que no se rebelaran contra el orden establecido, porque los de arriba nunca creyeron el cuento.
Ilustraban su prédica con la hermosa parábola del rico Epulón y Lázaro, que narran los evangelios: El primero había disfrutado de todas las prebendas materiales, pero ya en la otra vida, soportaba los horrores de la condenación eterna, en las pailas más calientes del infierno. Lázaro, en cambio, desposeído en esta vida de lo mínimo para la subsistencia y que sufrió sus privaciones con admirable estoicismo, en espera de la bondad de Dios, ahora recibía el premio imperecedero.
Para muchos, el consuelo de la oración está en que al ver que la realidad no se transforma, entonces acaban pensando que esa es “la voluntad de Dios” y la aceptan ciegamente. Para muchos, a otro perro con ese hueso. ¿Por qué sufrimiento exclusivo para una inmensa mayoría?
Sería tan evidente la exigencia de resignación que un prohombre del partido conservador, el culto Miguel Antonio Caro, comprometido con las retardatarias enseñanzas católicas dijo: Resignación a los de abajo, sí. Pero, por favor, los de arriba, un poco de misericordia. Así mantuvieron sometida a la pobre gente, hasta cuando apareció la teología de la liberación- que tanta inquina despertó en el insufrible Juan Pablo II- y nos dijo: esperamos sí el Reino de Dios, pero nada se opone a que comience desde nuestro tránsito por esta tierra, no más sufrimiento que sale de la injusticia social, repitieron los teólogos.
**Pueda ser que al alcalde realice su excelente plan de gobierno.