Que tres de cada diez colombianos sólo puedan consumir dos o menos comidas diarias, no es sólo una referencia estadística, sino un dato dramático de alto impacto emocional.
La mayoría del 70% de quienes sí pueden desayunar, almorzar y cenar, e incluso tomar medias mañanas y medias tardes, no han asistido a la dolorosa escena de niños famélicos suplicando por una ración de comida; y tampoco han visto el rostro adolorido y desesperado de unos padres que no tienen cómo llevar lo necesario para garantizar la alimentación de su familia, a pesar de estar todo un día rompiéndose la espalda haciendo alguna labor mal paga.
Las cifras concretas dicen que 15 millones de colombianos pasan muchas necesidades con su alimentación, y que de estos, al menos 5 millones no comen o sólo consumen un alimento al día durante varios días de la semana. Una realidad dramática, frente a la cual no se ha hecho lo suficiente y que con seguridad puede empeorar, debido a los demoledores efectos sociales que está ocasionando la inflación.
El hambre es una consecuencia directa de la pobreza. Y de esto sí que sufrimos los colombianos. El último dato oficial del DANE revela que hay 21 millones de personas sumidas en la pobreza y de ellos 7 millones en pobreza extrema. Y aunque el Estado ha adoptado políticas públicas y programas especiales para derrotar la pobreza, los resultados son bastante decepcionantes.
El problema es tan grave, que la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), concluyó en un estudio revelado el fin de semana pasado, que la pobreza en Colombia se hereda por 11 generaciones. Con una realidad como esta es muy difícil que tengamos paz y desarrollo.
Colombia es un país que crece económicamente, pero los beneficios quedan concentrados en una porción muy pequeña de la sociedad, lo que ha llevado a que seamos clasificados entre las diez naciones más desiguales del mundo. Un título que avergüenza.
El drama de la pobreza y el hambre parece una historia sin fin. Hay una desesperanza generalizada sobre la posibilidad de superar estas condiciones. Sin embargo, es fundamental que la sociedad presione para que el gobierno tenga como prioridad fundamental romper con las cadenas que atan al 42% de la población colombiana a una situación de vida indigna.
¿Cómo hacerlo? Protegiendo los recursos públicos y alejándolos de la corrupción. Revolucionando el modelo educativo, porque el actual no sirve. Incentivando la industrialización. Promoviendo la modernización de la producción agropecuaria y convirtiéndola en un negocio donde ganen tanto los inversionistas como los campesinos. Dándoles más recursos a la ciencia, la tecnología y la innovación. Protegiendo el medio ambiente, como un sector estratégico del desarrollo nacional.
Todo esto es posible si se focaliza muchísimo mejor la inversión pública y si existe un compromiso real del capital privado para encontrar y contribuir con las soluciones.
*Estos comentarios no comprometen a la RAP Eje Cafetero, de la que soy Subgerente de Planeación Regional.