De verdad que es una pregunta clave porque en Pereira se han tomado algunas decisiones y como lo digo mañana miércoles en mi columna de El Diario, esas decisiones tienen sus consecuencias y deberemos vivir con ellas. De allí la suprema importancia de la confianza pública e institucional.
Por eso es admirable lo que hizo el gobierno de Korea del Sur que apenas se enteró de lo que pasó en China en noviembre pasado, tomó inmediatas previsiones sanitarias evitando el colapso de la industria, el comercio y la producción en general siguió su ritmo. Korea activó su sistema de salud y realizó pruebas aleatorias del Covid 19 en todas partes.
Aquí no tenemos respiradores, ni medidores confiables. Ni siquiera el personal médico y sanitario tiene trajes anti-fluidos. Hasta los tapabocas están agotados o acaparados.
Es necesario decir que, en 1951, cuando terminó la guerra (que Colombia apoyó con soldados), Korea era un país 17 veces más pobre que Colombia. Hoy es al revés.
Digo esto porque los líderes de la política y el Estado son quienes toman las decisiones que, en crisis como ésta, exigen más imaginación y credibilidad que recursos.
Y si en esta emergencia nacional y local, no se toman las medidas con prudencia y seriedad administrativa; sin cálculo político, pero con certeza política y responsabilidad social, todos vamos a pagar las consecuencias.
En ese contexto siendo el gobierno el que tiene el control del vehículo estatal ¿Qué va a hacer?
Hay quienes temen que por la corrupción y falta de seriedad política el gobierno siga favoreciendo a los bancos y demás dueños del capital. No hacen falta evidencias para tener duda razonable al respecto. Y si eso rebota en el área de riesgo, si la gente siente que no quiere más retórica, ni más falta de autoridad, si las medidas no mejoran el clima de incertidumbre y confusión, pónganle la firma que la sociedad saldrá a la calle. El solo estrés del encierro y la falta de confianza serán suficientes, si esto se prolonga.
Todos esperamos que las chambonadas cometidas en aeropuertos, en las fronteras, en anuncios erróneos, en afanes protagónicos, en la descoordinación y en las imprevisiones, hayan sido superadas y se retome la senda del rigor político en el mejor sentido de la palabra y no en la acostumbrada politiquería.
Es en situaciones como ésta, cuando la sociedad espera que sus líderes sean verdaderos estadistas. De verdad que sí. Eso es lo que esperamos de los gobiernos nacional, departamental y municipales: que se comporten como estadistas y no como vulgares populistas en medio del drama más amenazador de la era contemporánea.