El principal problema de los congresistas es cumplir sus propios compromisos. Los del país, esperan. En nuestro sistema político de reelección continua, cumplirlos, es la clave de su permanencia como servidores públicos con salarios de 34 millones y demás gabelas nada despreciables.
El Congreso tiene grandes tareas pendientes. Las reformas a la justicia, pensional, tenencia de la tierra y todas las obligaciones de un congreso de la República conectado con las necesidades y expectativas país, y con un mejor mañana para las nuevas generaciones.
Los congresistas tienen la responsabilidad de mejorar las condiciones económicas y sociales del país, la solución de las terribles injusticias sociales, costo de vida, deterioro del ingreso, inseguridad alimentaria, inseguridad ciudadana, hambre, desempleo abominable y violencia.
Ellos tienen el deber de ejercer el mandato de representación otorgado para darle al pueblo un nuevo amanecer, mucho mejor que las noches de incertidumbre y los días de pesadumbre que el país ha vivido desde la formación de la República.
No es fácil para ellos. Hay que admitirlo. En el cerebro de la mayoría de los políticos colombianos el algoritmo para la solución de los problemas nacionales no funciona así.
Para la mayoría de ellos -al menos hasta ahora- lo principal y a lo que van es a la mecánica política, los puestos y recursos públicos, el lobby de los poderosos y el cálculo electoral.
El algoritmo contundente es el descontento. Por eso, el protagonista es el voto de castigo. Y si no hay norma previa es jurídicamente inviable el reconteo de votos. Hacerlo, es poner en grave riesgo la debilitada institucionalidad.
Está por verse si están en la onda de hacer propósito de enmienda porque como dijo cierto congresista farsante: “Cambiamos o nos cambian”. El 13 de marzo ya les dio una alerta temprana.
Todo depende de la próxima elección presidencial. Unos partidos serán oposición y otros serán partidos de gobierno y beneficiarios del presupuesto. Esta vez la política tiene tres vertientes claras: Una derecha conservadora; una izquierda y un centro (más liberales que muchos liberales). El 19 de mayo será el día D.
El país esperaría un gesto de grandeza republicana de los congresistas. Sería admisible que propósitos superiores dieran paso a una pausa con los compromisos territoriales y con “inversionistas” y comunidades que los apoyaron electoralmente. Ellos sabrían entender y estarían orgullosos de que, por fin, tengamos los congresistas responsables que la nación reclama.
Para el grueso de los congresistas, lo imposible hasta ahora, ha sido cambiar de chip, o sea reformarse ellos mismos y hacer la tarea para la que fueron elegidos.
Ojala no resulten con demagogia s baratas, soluciones y propuestas «chimbas» como se dice en el argot popular y escondiéndose del pueblo que los eligio