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Política¡Qué susto! aquel 19 de junio

¡Qué susto! aquel 19 de junio

Por: Luis García Quiroga

Nunca es tarde para hacer cosas buenas, pero siempre será deplorable preposterar (hacer después lo que debimos hacer antes) en especial si tanto nos jactamos de ser una comunidad responsable y con dirigentes supuestamente comprometidos con el desarrollo armónico de la sociedad.

Lo del viernes pasado 19 de junio, uno de los tres días señalados por la Ley como el Día sin Iva, fue realmente un día espantable, tanto que internacionalmente periódicos como el New York Times registraron en tono burlón el Friday Covid macabro de miles de personas adultas rompiendo todas las reglas de bioseguridad establecidas con motivo de la pandemia viral que vive el planeta.

Lo de Bogotá fue dramático pero “es normal”. Pero en Pereira, que somos “cívicos”, violamos todas las normas todas. Fue tan evidente que varios meses mostraban la diferencia cultural entre Manizales en donde la gente mantenía la distancia mientras en Pereira nos solazábamos en las montoneras.

Al comentar el tema con el ex gobernador Sigifredo Salazar, me preguntó por qué el Covid-19 no ha sido más agresivo en esta región. Me atreví a decir que, en mi opinión empírica, se debe a la calidad de vida y a la en general buena nutrición de que disfrutamos en el Eje Cafetero y de manera particular en Pereira y Manizales.

Alarmado por la forma como buena parte de sus habitantes se vinieron de compras para Pereira, el alcalde de Filandia Quindío inicialmente pensó mandarlos a cuarentena pero luego dijo que sólo sugería que se sometieran a una voluntaria de 14 días.

El pasado viernes quedó demostrado de manera palmaria que la cultura ciudadana es anterior al pavimento en cemento o en asfalto, al asistencialismo a los pobres y a los ricos (incluyendo los bancos), al cable útil o inútil, al Megabús con transporte integral o sin él; y a lo que se quiera. Dicho de un martillazo: cultura es lo que somos.

Lo hemos dicho, lo hemos sugerido e incluso rogado a nuestros últimos mandatarios, todos ellos incluso siendo amigos y reconociendo la buena voluntad de la propuesta, les ha faltado perrenque y quizás asesores y probablemente también los recursos para implementar un programa de cultura ciudadana, robusto, ambicioso y sostenible en el tiempo, o sea, no un programa de gobierno sino de política pública. El viernes pasado, así, quedó probada la más grande falencia de la ciudad.

Es mejor decirlo de esta manera: como legal y constitucionalmente no es posible imponer un régimen de disciplina para perros; tarde o temprano tendremos que implementar un proceso de cultura ciudadana.

Ojalá no sea tarde. Y ojalá, si nuestro alcalde tuviera una visión diferente del desarrollo social, de las realidades intangibles pero reales de la comunidad, de una Pereira bella pero amable y solidaria, ya tendríamos aunque sea una primera fase de cultura ciudadana para dummis, porque, claro que queremos más dinámica comercial, pero no queremos danzas macabras de contagio masivo del mortal virus que no nos deja dormir tranquilos. La cultura ciudadana no solo es la manera de lograrlo, es la única.

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