Fundado el 9 de febrero de 2020
LUIS FERNANDO CARDONA
Director Fundador

ActualidadRecordando tiempos viejos.

Recordando tiempos viejos.

Profesiones desaparecidas.

Se va otro año con su carga de pesadas tareas, malos recuerdos, ilusiones fallidas, mala economía, y las jugadas politiqueras del gobierno Duque, incluida la negada creación de burocracia en la contraloría nacional, la amenaza de covid y por supuesto el sueño de que en el 2022 todo cambiará.

Habrá elecciones y seguramente los colombianos repetiremos nuestro ritual de decisiones políticas estúpidas y posteriores lamentaciones; el próximo año  tampoco elegiremos a nuestro salvador y como suele suceder, dejaremos nuestro futuro en manos de otro al que solo le interesará enriquecerse robándose el erario público.

Para no seguir en esos  recuentos amargos, intentaré escribir sobre cosas del pasado, no siempre alegres, algunas desconocidas o muchas veces olvidadas;  intentaré inventariar profesiones que ya no existen:

Era muy común en mis años de niñez, ver a  un señor en una zorra  (no se imaginen ese tipo de dama, no se asusten, este no es un tema para mayores de 18)  que vociferaba a  todo pulmón “caramelos y manzanitas, cambio frascos y botellas”  al oírlo, nosotros  salíamos desesperados por llevar botellas, ollas de aluminio, chatarra etc.  para recibir a cambio unos dulces hechos de panela, era una época en que muchas de la vajillas de hogares se usaban platos de sopa y seco, tazas y  hasta pocillos de esmalte, que después de varias caídas se pelaban y ponían feos pero que no se quebraban y por eso eran utilizados en hogares con bastantes hijos (cosa nada rara en aquella época: mi abuela paterna tuvo 16 hijos, mi padre rebajó esa cifra en un 40% y “solo” tuvo 10 hijos, con los años tendríamos un nuevo hermano de otra madre, yo rebajé a un 25% los hijos de mi abuela y solo tuve 4 vástagos) ,pero volvamos al tema: en esa época todos los platos viejos, chocolateras, micas  etc. eran utilizados por madres y abuelas  para sembrar matas de jardín, por lo que a veces tocaba sacar la olla vieja de aluminio o cobre  (que también las había) a escondidas de los ojos vigilantes de mamá, para lograr el dulce intercambio.

Había un señor que diariamente pasaba por mi vecindario en el barrio Boston de Pereira, con un canasto a sus espaldas  con  cayo lavado, lo que hoy llamamos mondongo que vendía puerta a puerta, también llevaba una balanza para pesar  medias  libras, libras y kilos; en esa épocas el mondongo lo vendían sucio, por eso las señoras preferían comprárselo al señor y no a la carnicería.  Otro que también cargaba su producto en un canasto a la espalda era el vendedor de Hojaldra, una especie de delicioso pastel  sin cobertura, parecido, al ponqué ramo, era tan seco que había un dicho famoso “ El que más saliva tiene come más hojaldra”, en alguna época mi primo/tío  Libardo Marín se vio muy enfermo y pensó que las  labores agrícolas como coger café o volear azadón eran muy pesadas y era preferible ser vendedor callejero, lo vimos llegar varias  veces buscando comida o un jugo, empapado en sudor y agotado de caminar calles sin vender el producto, así que pasados unos pocos meses regresó a sus labores de siempre.

Otro personaje común en las calles era el zapatero remendón, cargaba una horma metálica con forme de pie  incrustada en una pieza de madera, a sus llamados salían las personas para entregarles sus zapatos viejos esperando que los  “resucitara”  pegándoles nueva suela de cuero, o tapas a los tacones de las damas, en una época el que el calzado era más costoso que ahora y cuando por lo general las personas tenían solo un par de zapatos (excepto la esposa del señor Ferdinand Marcos dictador de Filipinas que tenía alrededor de 3.000 pares) el zapatero se sentaba por lo general en el andén, adelantaba su labor a la vista de todo mundo y recibía tinto, jugo o limonada además del pago acordado.

Posteriormente se hizo famoso un personaje al que llamaban jocosamente el sicólogo del pueblo porque gritaba: “arreglo la depresión”,  es decir, prestaba el servicio técnico puerta a puerta  a las ollas” pitadoras”  como decían mamá y sus amigas, u  olla a presión como se les dice ahora, su servicio incluía vender cauchos para las ollas y hacer reparaciones menores.

La leche local de Pereira era “La perla”, se vendía puerta a puerta envasada en frascos de vidrios de litro y medio litro, empacados por docenas si no recuerdo mal, en canastas metálicas, ese fue mi primer empleo, don Gonzaga Osorio tenía una camioneta vieja marca  Fargo y en ella sus hijos William,  Eduardo, mi hermano Gustavo y yo hacíamos recorridos por la circunvalar entregando el producto.

Otro trabajo que yo miraba hacer en mi época de niñez, lo realizaban los empleados de la sección eléctrica de las Empresas Públicas de Pereira, quienes diariamente debían prender el alumbrado público entre cinco y media y  6:00 p.m. y  apagarlo a las 6:00 a.m. trabajo ahora desaparecido por cuestiones de Tecnología, pues en esos días no existían  las foto celdas eléctricas que ahora desempeñan esa función. Posteriormente tuve la ocasión de trabajar temporalmente en los talleres de las Empresas Públicas en la  calle 38 con séptima y conocer a los conductores y mecánicos que laboraban allí, recuerdo en especial a “Zapote”  conductor nocturno de la sección eléctrica de apellido Cardona, quien debía recoger la cuadrilla y llevarla a hacer las reparaciones en caso de emergencias. Allí conocí a Abel Jara apodado “el mico” quién era laminador pintor, otro tipo de trabajador que hoy prácticamente no existe, tuvo que reparar las Chevrolet 67, que importaron las  Empresas Publicas porque llegaron con daños de lámina, pues demoraron más tiempo del normal en el barco ya que debido a una huelga de trabajadores portuarios no pudieron desembarcarlas y tuvieron que llevarlas otro tiempo por el mar; el hecho que todos los paneles de los carros modernos pueden reemplazarse en caso de accidente, es la razón de no necesitar laminadores.

Otra trabajo desaparecido por cuestiones de modernidad fue la polvorería que por decreto de las autoridades pasó a ser una  actividad ilegal, y de cuyo comercio dependían muchas familias en especial por la  época navideña  ¿Habrá algún estudio de qué  tuvieron que hacer esas familias para adaptarse a la nueva normatividad y sobrevivir?

No puedo dejar de mencionar a los porteros de establecimientos, muchos de ellos reemplazados por aparatos electrónicos, caso de los parqueaderos de los centros comerciales donde una maquina entrega y reciba la tarjeta y, no es sobornable de ninguna manera.

Cómo olvidar las antiguas colas para reclamar nuestro sueldo en la antigua Caja Agraria aquí en Santa Rosa, cuando cerca de 600 maestros debíamos esperar 3 y  4 horas para recibir nuestros salarios, si el cajero era lento se podía reclamar y no faltaba el avispado que se quería saltar la cola, hoy en día, el cajero automático frio e impersonal no deja de sacarme la piedra, cuando dice que la transacción no se puede realizar por problemas técnicos, ni modo de insultar a la máquina y menos agarrarla a pata, so pena de ser encarcelado y tener que pagar por destrucción  propiedad  privada ajena; era preferible pegarle un madrazo al cajero humano que hoy intentar alegar con el maldito cajero electrónico.

En mis épocas de adolescencia recuerdo a mi primo Héctor Botero Mejía, vestido de paño, elegante con su cabellera, bigote y barba canosas, era vendedor de libros que llamaré “técnicos” cuyos clientes eran profesionales de todo tipo, a quienes atendía personalmente en sus oficinas o despachos cita previa, en esta época en que todo mundo busca en Google ¿habrá algún vendedor de esos?

Las ciudades tenían unas calles o barrios destinados a la prostitución, llamados “la  zona” o “el barrio”, también existían prostíbulos o reservados donde los caballeros de manera discreta podían calmar sus antojos.

El célebre “Mariachi”, pionero de la mafia en Pereira tuvo una casa de esas  en el barrio Boston, famosa porque se decía que su clientela era muy selecta; las casa de citas que aún subsisten actualmente son negocios anunciados en periódicos regionales, tuvieron un repunte a raíz de la llegada masiva de venezolanas y, las supongo en vías de extinción en estos tiempos de pandemia; además de lo anterior los servicios sexuales que antes prestaban esas especialistas a quienes Oscar Larroca llamaba “señora de Grupo” los hacen “las novias” actuales,  por eso  Pastor Buriticá, tío de mi señora suele preguntar de manera pícara ¿ole y cuántos hijos quedaron de ese noviazgo?. Mi amigo Isdaén Correa (supongo que en broma)  siempre dijo que su ilusión era tener un lupanar, porque el dueño probaba la mercancía fresca antes que el público  

Espero que todos hayan disfrutado una feliz navidad compartiendo con sus seres queridos, les deseo un año nuevo de prosperidad y crecimiento personal y profesional les auguro un año muy próspero y feliz.    

6 COMENTARIOS

  1. Si don Néstor, qué épocas tan bonitas, las cuento para que al menos los jóvenes sepan cómo eran de diferentes las cosas en ese entonces.

    • Respetado Columnista:
      Disfruté mucho su crónica, evocando esas bellas profesiones que llenaban de alegría los barrios de las ciudades.
      Sin duda , la memoria personal, familiar y social, indispensable en la calidad de vida .

  2. Como diría Carlos Gardel, qué tiempos aquellos cuando buscábamos en el solar de la casa de mi abuela, los huesos de para de res para cambiarlos por caramelos y mañanitas, o por gauchos de varios colores. Gracias a don José Camilo por todos estos comentarios que nos transportan a nuestra niñez.

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