Próximos a finalizar este 2021, tenso y complicado, primero por la pandemia, luego, por el Paro Nacional, violento y destructor, nos asomamos a un 2022 perplejos y asombrados por nuestra incuria, al llegar a él sin medir las consecuencias de nuestra absoluta irresponsabilidad, pues, el país, para impedir que la República cayera en el “castrochavismo”, según el manoseado discurso del Centro Democrático, votó en segunda vuelta en las pasadas elecciones, no a favor de, sino en contra de. Advertidos fuimos todos en las elecciones del 2018 que de no corregirse las grandes injusticias e inequidades que, igual, por aquél entonces vivíamos, a los siguientes cuatro años el elegido sería Petro. Pues como no hay fecha que no se cumpla ni plazo que no se venza, estamos a las puertas de elegir un nuevo presidente dentro de un “costalado” de precandidatos que, bien pudieran ser candidatos a gobernaciones y alcaldías de sus regiones, mas no aspirantes a ser elegido, uno de ellos, como el mandatario de todos los colombianos. Sin hacer la tarea, como mínimo tendremos que repetir la jugarreta de hace tres años largos, votando en la segunda vuelta, no a favor de, sino en contra de, corriendo el altísimo riesgo de caer en esa izquierda torpe y dañina. Sin que suene contradictorio la falencia mayor de este debate electoral es la no presencia de partidos serios los cuales vienen siendo reemplazados por coaliciones en las que ofrecen acabar con la corrupción, las ferias de contratos y la politiquería, cuando en la realidad muchísimos de quienes las integran son viejos conocidos de la política electoral, no ajenos a esos delitos. Si algo tenemos claro es que la renovación de la política no se dará en estas elecciones donde unos vergonzosos saltarines, por solo mencionar a Roy Barreras, Benedetti, Luis Pérez o un falso mesías como Rodolfo Hernández, sobre quien pesa, junto con su hijo una investigación por corrupción, se anuncian, igual que Petro, como los grandes adalides del cambio estructural que requiere la nación. En aras de los intereses supremos de la patria, como insistentemente el expresidente Uribe suele decirlo, le corresponde como mayor elector individual en compañía de los también expresidentes Gaviria, jefe único del partido Liberal y de Pastrana, con todo el Directorio Nacional Conservador, dejar de un lado las diferencias y desavenencias y entregar en las manos expertas del exvicepresidente doctor Germán Vargas Lleras las banderas de Colombia y de esos partidos unidos en esta hora aciaga que vive el país, para salvar la República y poder encarar con autoridad y conocimiento el discurso populista y mentiroso de Petro que, como tormenta peligrosa, se cierne sobre la geografía colombiana. Su regia formación de estadista con amplio conocimiento de la problemática nacional lo hacen el hombre indicado para el momento histórico que vivimos, sin que su imagen de hombre autoritario y de carácter fuerte deba inquietarnos, más, por el contrario, son cualidades que hoy deben acompañar a quien aspire a gobernarnos, incluso, coscorroneando a un país díscolo, difícil de manejar, ejerciendo la presidencia con respaldo en la ley y en el carácter. Su don de mando lo asemeja al temperamento de su abuelo, el expresidente Carlos Lleras Restrepo, quien hace 51 años, reloj en mano, nos mandó a dormir a las 8 de la noche en un día de dificultades de orden público. El político y escritor italiano Massimo D`Azeglio dijo: “No son los ingenios sutiles los que forman las naciones, sino los caracteres austeros y fuertes”. La hora de enterrar los egos y pensar en el bien de la patria, señores expresidentes, ha llegado. Cúbranse de gloria y salven a Colombia.
Alberto Zuluaga Trujillo alzutru45@hotmail.com