Por: JESÚS ALBEIRO ZULUAGA LÓPEZ
En mis andanzas por el pueblo suelo conversar, y recolectar anécdotas de mis compañeros de diálogo, o poliálogo. Este es el testimonio ficticio de un aislado común.
En Santa Rosa de Cabal se han estado viendo cosas raras, de naturaleza rara, de estado raro, de esencia rara, por allá por el palacio, por la estatua de Bolívar, entre otros lugares, entre otras cosas.
Cuando salgo a la calle, a cualquier propósito, me da la impresión de que todos ocultan algo, todos, sin distinción de cargo ocupacional, o político, debajo de tapabocas, o debajo de su concepto. El miércoles una santarrosana me hizo el desplante porque el lunes me sonrió cuando nos cruzamos por la carrera 14, y que no le correspondí el gesto. Ella me sonrió, o al menos eso dice, y yo solo le abrí los ojos como un grosero, o al menos eso dice. Yo sí le sonreí y, la verdad, dudo que ella me haya sonreído.
Como gozo de muy buena vista cuando uso mis gafas, me gusta salir en las noches a recorrer las calles de mi municipio. La otra noche Juancho me dirigió el gesto infantil de mostrarme la lengua tras haberle pisado el pie, ese día olvidé mis gafas en el baño de mi casa. Aún en mi leve ceguera pude notar el relieve emergente en la mordaza. Si Juancho acostumbra hacerlo, ojalá, también a menudo, lave el tapabocas. ¿Se imagina usted? Podría ser un caldo de cultivo del virus.
Así mismo me pasó con Beto, el indigente de la esquina, por lo que dicen sus ojos mantiene sonriendo, perfecto representante de la resiliencia y el conformismo colombiano. Con él tengo la manía de regalarle una pandeyuca cada vez que paso por Las Delicias y lo veo fuera del casino. Siempre la recibe y nunca se la come, ya me mamé, no le vuelvo a dar. Por ahí me dijeron que es mueco, pero quién sabe.
Como estas, muchas cosas veo cuando salgo, con cualquier propósito, de mi casa y me veo revuelto en un montón de personas con la identidad recortada, y con un tapabocas. Estoy hastiado, ya ni sé qué voy a ver mañana. Mejor no salgo en la noche, no vaya a ser que otra vez me encuentre con Juancho y se quite el tapabocas húmedo y estornude, y en un santiamén nos contagie a todos. Es mejor la seguridad que la policía, dicen, yo creo que en Colombia, en realidad, hay muchas cosas mejores que la policía. Por eso me voy a quedar en casa viendo por quinta vez la conquista de Pedro el Escamoso, mientras consigo contratar una mejor empresa de televisión. Igual está como bueno. Voy a ver los adelantos, no olviden consumir mucho limón (para dar bloqueo al virus, y entre otras cosas, justificar sus caras agrias).
¡Ah! Y nunca se quiten el tapabocas.
Así es, Doña Martha Cecilia, muchas gracias por leer.
Lo simple, lo cotidiano, expresado en una narrativa cargada de realidad
Gracias, Felicitaciones.