El jueves pasado recibí a través de las redes sociales la noticia del fallecimiento del cantante, autor y animador de televisión Rudy Márquez. No lo podía creer. «Debe ser un fake news», pensé. Hacía tan solo dos meses se había presentado en la ciudad de Cartago (Valle) en perfectas condiciones y como siempre vestido de manera impecable. No pude asistir a aquel show como lo hice muchas veces, pero recibí varios videos de él. Son muy comunes las falsas noticias sobre la muerte de personajes famosos, me dije esperanzado en que no fuera cierto.
Me interné en todos los medios de comunicación a mi alcance y comprobé que era cierto. Se había marchado uno de los más grandes baladistas de habla hispana. Sufría de un cáncer de páncreas que supo soportar con estoicismo y sin interrumpir su brillante carrera musical. Pero la muerte es un sino inevitable y él la vio venir. Pidió incluso la eutanasia pues sabía que el final era terrible e inevitable.
Es triste despedir a alguien que se afinca en nuestros corazones, que nos marca la vida, que nos acompaña en los devaneos del amor, que fue compañero inseparable de la existencia. Rudy fue siempre un romántico. Desde sus albores artísticos en los que cantó con cinco grupos musicales diferentes, pero en los que él era la voz principal, le cantó al amor. Su primera canción como solista fue el tema de la película El Padrino, «Háblame suavemente» en el año 1972. Después de este rotundo éxito Márquez trajo al español varias canciones del famoso cantante griego-egipcio Demis Roussos y con ellas se posicionó definitivamente como uno de los grandes intérpretes de la balada. Shadows (Sombras), My reason (Mi Razón) y Ojos que no ven fueron algunas de aquellas canciones.
El caraqueño, Rodolfo Márquez Van Stenis, era en aquel entonces un joven, bastante feo y con un afro descomunal en su cabello. Pero tenía una voz magistral que lo encumbraba en el mundo de la música latina. Había nacido para grandes cosas. Provenía de una familia llena de artistas: su madre Bertha Van Stenis era pianista clásica y su hermana cantante. Por muchos años se paseó por el mundo con sus baladas, se convirtió en productor musical y se hizo presentador de televisión. Su fisonomía cambió para convertirse en una cautivadora y elegante estrella que dominaba el escenario y hechizaba a su público, que por cierto le fue siempre fiel, hasta el final de sus días. Hizo de Colombia su segunda patria y se nacionalizó en ella. Se vino a vivir a Medellín, donde murió, e hizo de las tierras cafeteras el centro de su actividad musical. Cualquiera fuera el lugar donde se presentara, Rudy llenaba y deleitaba con sus más de veinticinco canciones que lo identificaban y que rompieron récords latinos de sintonía.
Quedará grabado para siempre en el firmamento de la balada: «Juro por mi vida», «El amar y el querer», «Insoportablemente bella», «Será», «Tú Ana María», «No lo puedes negar» y «Memorias», fueron otros de sus grandes éxitos que seguiremos cantando en su ausencia. Gracias Rudy y paz en tu tumba.