Por ALBERTO ZULUAGA TRUJILLO
El archipiélago, ubicado a 775 kilómetros de la Costa Atlántica, 480 millas náuticas, es uno de los 32 departamentos colombianos, el menos extenso pero el más densamente poblado con 1493 habitantes por kilómetro cuadrado en sus 52 de área total. El 6 de diciembre de 2001, inició ante la Corte Internacional de Justicia un largo litigio al desconocer Nicaragua el Tratado Esguerra-Bárcenas de 1928, alegando aspectos legales subsistentes entre los dos Estados, en relación con la delimitación marítima en el Caribe Occidental. El 13 de diciembre de 2007, la Corte falló a favor de Colombia dando lugar a las excepciones preliminares invocadas por nuestro país, reconociendo la soberanía sobre San Andrés, Providencia y Santa Catalina y haciendo hincapié en que este conflicto estaba resuelto por el tratado de 1928, no así las fronteras marítimas en una zona rica en petróleo. El 19 de noviembre de 2012, la Corte, en un pronunciamiento de fondo ratificó la soberanía nuestra sobre la totalidad del archipiélago, sentencia que nos cercenó cerca del 43 por ciento del territorio marítimo. Alegando serias equivocaciones en la determinación limítrofe, el Gobierno colombiano rechazó el fallo, a sabiendas de que las decisiones de la Corte Internacional de Justicia no son apelables. Dicho de manera más clara, no hay manera jurídica de reversar la decisión. En la discusión de ratificación del tratado, dos años después, conocido como “Protocolo de 1930”, el Diputado de Nicaragua, Esteban Aníbal García Largaespada, en una de sus intervenciones dijo: “La cuestión territorial con Colombia solo puede solucionarse de tres maneras; Primera: Por arreglo directo entre ambos países, como ya se hizo con este tratado. Segunda: Por arbitraje. Y tercera: Por la guerra. Esperemos no haya que recurrir a esta última. Pese a haber sido escogidas San Andrés y Providencia como unas de las mejores islas del continente americano en los Readers`Choice Awards 2019, según encuesta realizada por la revista estadounidense Condé Nast Traveler, una de las publicaciones especializadas en viajes más prestigiosas de Estados Unidos y Reino Unido, nuestro territorio insular es una de las regiones más abandonadas de nuestra geografía nacional. Cada vez que soplan vientos separatistas las misiones allí destacadas pintan pajaritos de oro al igual que los distintos aspirantes a la Casa de Nariño quienes, sin excepción ninguna, juran y perjuran que bajo sus gobiernos las islas tendrán el desarrollo y la infraestructura propias de los paradisíacos descansos de renombre internacional. Desde la desaparición del loco Simón González, quien fuera tres veces Gobernador de San Andrés y Providencia, dos por nombramiento presidencial y uno por elección popular, nadie más ha vuelto a reafirmar sus tradiciones y cultura, despertando un gran sentido de cohesión e identidad. Sin ser isleño ni costeño, solo un antioqueño enamorado de su barracuda de ojos verdes y lágrimas azules y del inmenso mar de siete colores, supo como nadie amar y defender tan hermosos territorios, que hoy parecieran ser tierras de ultramar ajenas a Colombia. En el lenguaje de los nativos se dice que Simón mantenía comunicación directa con las diosas del mar y del viento. Llegado Iota, el huracán despiadado, la Casa de Nariño se acordó que ese territorio era colombiano, prometiendo con el corazón partido, que en “100 días lo reconstruiremos”. Amanecerá y veremos.
Alberto Zuluaga Trujillo alzutru45@hotmail.com