El título de esta columna son las palabras de Juan Pablo Gallo, aspirante al Senado de la República, en el último acto masivo de su campaña, al cual convocó al Equipo del Cambio, con la asistencia de unas 600 personas, una barbaridad, considerando que la reunión se llevó a cabo ya en los estertores de un domingo pasado por agua y saturado de agenda, casi como una repetición del trabajo que ha venido adelantando desde meses atrás, con más de 600 de lo que ellos llaman «avanzadas» y casi 1500 reuniones, en un trabajo descomunal del exalcalde para llevar el mensaje de renovación desde Pereira, donde ya mostró de qué está hecho, hacia el Congreso de la República donde se propone refrescar la política nacional.
Para escribir las presentes notas me vi tentado a hablar con el candidato o con alguien cercano a su círculo más inmediato, porque quería conocer de primera de mano de dónde viene y para dónde va el proyecto del Cambio; pero no, entendí que el candidato está muy ocupado y pensándolo bien, me di a la tarea de revisar mi propio imaginario, es decir tratar de establecer lo que yo, y cualquier otra persona medianamente informada, podría saber de Juan Pablo Gallo, quizás la figura más descollante de la política de Pereira y Risaralda, en los últimos 20 años.
Anecdóticamente yo no voté por Juan Pablo y fui muy crítico del eslogan de su campaña «EL CAMBIO», porque no conozco palabra más vejada y trillada con la que los politiqueros, lo mismos de siempre, pretenden hacerse del favor del electorado para, luego de elegidos, darle la espalda; francamente yo pensé que era más de lo mismo. Pero no, Gallo sorprendió a propios y extraños, con su capacidad inagotable de gestión, de visionar las transformaciones que la ciudad necesitaba, de ejecutar esas transformaciones, sin perder el contacto con el pueblo, sin desconectarse de la gente a la cual se ganó a punta de carisma y de sencillez, en cada comuna y en cada calle, en todos los barrios que jamás dejó de visitar como gobernante.
La mayoría de los pereiranos desconoce que para lograr los resultados que ha obtenido Juan Pablo Gallo, no solamente ha tenido que hacer sacrificios personales, sino que además ha debido mostrar su mejor carácter y toda su garra para que sus iniciativas de gobierno fructificaran y muy especialmente para no perder el foco en medio de los constantes ataques de los que ha sido objeto.
Cuando se acerca el momento decisivo de ir a la urnas, la propaganda negra y el juego sucio arrecian, muy especialmente cuando los rivales ven el progreso y la amenaza de quien se ha propuesto romper los moldes y construir sus propios procesos, como lo ha hecho Juan Pablo Gallo, siendo éste quizás su pecado más protuberante, salirse de la fila, sin marginarse de su partido y desafiar a una clase dirigente añeja y anquilosada, que ha buscado por todos los medios descalificarlo, por el simple hecho de que tomó la sartén por el mango y les ha hecho la vida a cuadros a los caciques y a los gamonales históricos en el ejercicio del poder.
Juan Pablo Gallo, merece llegar al Senado, se lo ha ganado; Colombia y la región cafetera requieren de un líder como él. Como pereirano me sentiría muy orgulloso de que me representara.