Por: Luis Alberto Martínez
En esta época de desolación y tristeza a raíz de la pandemia que nos hunde en la sombra eterna, el silencio se hace profundo. Aunque caminemos sin rumbo ahogando ocultos designios, la infamia del agresivo mal nos tiene en lenta agonía.
En silencio, devoramos nuestras lágrimas, ante el devastador virus que día tras día muestra su bravura dejando a su paso, muerte y dolor. El mundo grita angustiado y se pregunta en silencio. ¿Hasta cuándo?
Una mirada señala el vuelo de sueños pasados que han dejado recuerdos de amores que aún perduran silenciosos en nuestros corazones y que este enemigo no puede borrar.
El silencio se hace eterno al vaivén de la desgracia. Cientos de personas llenas de estupor han llevado a sus familias a la fosa silenciosa.
Son muchos los colombianos que sin empleo a razón de la terrible tragedia deambulan por las calles de un lado a otro, con el tapabocas en la barbilla porque ya no aguantan el sofoco. Y cuántos comerciantes lloran en silencio la derrota del fatal designio que los ha dejado en bancarrota.
Mientras tanto el presidente-presentador Iván Duque, y su séquito de corresponsales -ministros- dan luces de esperanzas y prometen ayudas que no llegan, los mercados populares para la gente pobre, ya no regresan.
Aprendimos a llorar en silencio. La vida entristecida va marcando huellas imborrables a causa del torrente impetuoso que devora caros anhelos y que lentamente se lleva lo mejor de nuestras vidas.
Hombres y mujeres con el porvenir menguado y sus vidas entristecidas se lamentan y en silencio evocan en ratos de reminiscencias, el ayer florido lleno de recuerdos, armoniosos y lucidos. En estos momentos de angustia la gente aguanta y eleva plegarias al cielo para que la tormenta pase y unidos cantemos victoria.
En silencio he escrito estas breves líneas con el deseo no de perturbar la tranquilidad que en estos momentos poco existe, sino con el anhelo de permanecer orgulloso en las mentes de quienes leen mis sencillos comentarios en tiempos de pandemia.
En silencio, esperamos el llamado del creador para rendirle cuenta de nuestros actos; y en abundancia de lágrimas de seres queridos, bajaremos a la tumba fría donde permaneceremos por saecula saeculorum. Amén.
He dicho. Luis Alberto Martínez. LAM
Así es la vida, dura pero hermosa de vivirla cada día!
Bonitos pensamientos muy expresivos y poéticos felicitaciones