Desde la aparición de la primera bicicleta en el mundo, llamada por la prensa como el velocípedo del barón alemán Karl von Drais, conocida en el año 1817, éste vehículo ha dado mucho de qué hablar.
Desde sus inicios la bicicleta tuvo aspiraciones altruistas, su propósito iba encaminado en producir un vehículo más económico que los vehículos arrastrados por caballos, pero cuentan los historiadores que en 1870 se empiezan a fabricar las bicicletas de rueda alta, modelo que por curioso aparece en todas las publicaciones del tema y está en la retina de los admiradores de este popular vehículo no automotor.
Aunque usted no lo crea, el día de hoy no vamos a tocar el tema de la historia de la bicicleta, vehículo amigable con el planeta y que es uno de los pilares de la movilidad sostenible, eso lo dejaremos para otro momento.
Es necesario hablar de la esencia del ser humano al apoyar a los campeones de uno de los deportes más difíciles y que generan gran admiración al derrochar energía en etapas de 200 kilómetros en promedio, algo inimaginable para un ciudadano del común.
Los aficionados corren, hacen filas, se someten a largas jornadas para apoyar a sus deportistas preferidos, pero hay millones de anónimos porristas que se convierten en críticos deportivos analizando todos los días las diferentes etapas y el desempeño de los hombres de acero, los colombianos y no me atrevo a afirmar si todos los latinoamericanos sienten la misma pasión, a tal punto de sentirse campeones con la misma alegría y euforia del deportista que logra el triunfo en uno de esos apoteósicos eventos internacionales.
Lo cierto es que, el comercio vende miles y miles de productos de los deportes preferidos a nivel nacional, es un negocio multimillonario, los medios de comunicación venden publicidad a sus anchas y como en los mejores tiempos, pero eso no es malo, en absoluto. La crítica viene al ciudadano del común que apoya a Nairo Quintana o a Superman López, pero cuando se hace una competencia en la región protestan iracundos contra el cierre de las vías, se quejan desesperados por la congestión vehicular, los empresarios ponen el grito en el cielo porque pierden sus ventas, que se paraliza la producción nacional, que se ponen en riesgo los empleos y por ello tambalean los impuestos, mejor dicho, dibujan el apocalipsis.
No estoy exagerando, antes de la pandemia del covid 19 entre Dosquebradas y Pereira se realizaba una ciclo vía que comprendía la avenida 30 de agosto pasaba por el viaducto a tomar la avenida Simón Bolívar hasta el CAM de Dosquebradas, centenares de familias salían a disfrutar del espacio público, a socializador, lo triste es que uno de los más importantes empresarios, que tienen un reconocido supermercado, era el que más se oponía a la realización de este magnífico evento de recreación, que es supremamente necesaria para todos los ciudadanos.
El último caso bochornoso, fue en el pasado clásico RCN que salió de la gobernación y subió por la avenida Simón Bolívar, el evento ciclístico se anunció por las redes sociales, buscando que las personas acomodaran sus horarios, pero como era de esperarse a última hora, conductores de todos los colores estaban en cada una de las vías, algunos enojados maldiciendo el evento deportivo, otros pidiendo que los dejaran pasar con indirectas y agresiones verbales a las autoridades, en conclusión, todos pierden la cordura cuando las jóvenes promesas del deporte participan y se preparan para dar lo mejor en las pruebas internacionales.
Aquí termino preguntando: ¿No nos da vergüenza sacar pecho por los triunfos internacionales de los deportistas, cuando en lo regional, se oponen, atacan y son enemigos a muerte de las pruebas deportivas?