A cuadra y media de la casa fiscal donde vive el comandante de la Policía Risaralda hay un negocio que ofrece servicios sexuales presenciales y por internet. A diferencia de otras épocas, las cortinas rojas y la luz tenue fueron reemplazadas por vidrios polarizados y una doble puerta, que además de limitar el acceso, sobre todo evita que los clientes huyan sin pagar.
La denuncia, formulada por vecinos de la comuna Universidad, fue presentada al secretario de Gobierno de Pereira Álvaro Arias Vélez, a quien solicitan la inmediata intervención por los escándalos permanentes, altos niveles de ruido en la noche y la madrugada y la posibilidad de que existan menores de edad vinculadas a esa actividad.
Y aunque se pensaría que es un caso particular, lo mismo sucede en otros sectores, en donde barrios residenciales sufrieron, de pronto, la invasión de todo tipo de negocios, desde hoteles, restaurantes, bares, clínicas, iglesias, centros de estética, escuelas de música y danza, hasta aquellos que sirven de fachada para esconder otras actividades, incluyendo las ilícitas, como expendios de droga y comercio sexual con menores de edad.
El cambio de uso del suelo, autorizado o a la fuerza, de zonas que tradicionalmente fueron residenciales como Álamos, Pinares, Los Alpes, Rosales, Popular Modelo, El Poblado, Ciudadela del Café, Providencia, Centenario, El Jardín, Cuba, Corales, Boston, San Nicolás, Kennedy, entre otras, demuestra la ligereza de instancias municipales y de la Cámara de Comercio de Pereira, que por darle prelación a la inversión y apertura de nuevos negocios son bastante complacientes con los promotores.
La ventanilla única, creada para agilizar los trámites de creación de un establecimiento comercial, expide licencias de operación, sin importar si el uso del suelo es conforme. En caso contrario, la licencia establece “uso de suelo no conforme” y dan un plazo para que el negocio se adecúe, lo cual ocurre en muy pocas ocasiones, a pesar del impacto que genera en su entorno en aspectos como movilidad, contaminación auditiva, ocupación del espacio público, entre otros.
Es inconcebible que el municipio de Pereira autorice el desarrollo de proyectos comerciales o inmobiliarios, sin exigencias mínimas al constructor. Ejemplos hay varios: la falta de calzada de servicio en la entrada de los centros comerciales; el puente peatonal que le perdonaron a Unicentro; los barrios de centenares de casas que se levantan sin vía de acceso pavimentada ni andenes, “porque eso le toca al municipio”.
Lo mismo sucede con los nuevos establecimientos, que carecen de un plan de intervención. ¿A nadie se le ocurrió el impacto que tiene en un barrio residencial la construcción del Megacentro Pinares y la Clínica San Rafael, por las que desfilan a diario miles de usuarios? ¿Cómo es posible que se autorice la operación de una clínica, un hotel o un restaurante sin contar con un número mínimo de parqueaderos ni bahía para taxis, con los efectos que esa decisión genera sobre la movilidad y la ocupación del espacio público por ventas informales?
Está demostrado que gran parte de la vitalidad de los centros urbanos radica en los vecinos que habitan en un sector, quienes lo cuidan, advierten los problemas y luchan por superarlos. Por eso, el mayor deterioro de una ciudad se presenta en aquellos sitios donde hay pocos residentes en las noches, ya que el sector se queda sin dolientes.
Las autoridades de Pereira deben garantizar que los barrios sigan siendo residenciales y los negocios sean un complemento, en lugar de convertirse en motivo de disgusto e incomodidad para el vecindario.
Eso es cierto Juan Antonio. El control al uso del suelo no existe y en otros la legislación local por conveniencia es difusa y confusa
Hace mucho estabamos necesitando una denuncia de tanta reflexión, necesitamos mano dura de las autoridades competentes.