Ese señor de presencia humilde con sombrero y poncho que está haciendo la fila en el banco puede ser el dueño de la extensión de tierra que no tienes…
Esa señora de apariencia sencilla, de avanzada edad y paso lento que va por la calle puede ser la dueña del edificio en el que pagas arriendo…
Ese niño que va corriendo persiguiendo una pelota en un parque puede ser el heredero de la fortuna que tu anhelas tener…
Ese viejo canoso que vende bocadillos y cigarrillos en el puesto de dulces, puede ser el papá de tu compañero de oficina…
Esa señora que vende las empanadas y el café en su chaza ambulante, puede ser la madre del deportista que le da triunfos al departamento y al país…
Por qué nos queda tan difícil entender que…
Esa niña que ves con poca ropa, no es trabajadora sexual, solo está a la moda y ejerce su libertad para vestir, así que no la veas con ojos distintos al respeto.
Esa señora que labora en la cocina del restaurante, por su oficio y responsabilidad es tan valiosa como la propietaria del restaurante; al fin y al cabo la buena sazón se origina allá en ese laboratorio gastronómico que es la cocina.
El hombre que lleva el traje de obrero y viene sudoroso, jadeante y visiblemente cansado, no lo confundas con un habitante de calle.
El campesino que siembra la tierra y sale al pueblo, así sencillo y laborioso, puede ser más valioso que quien se pasa sentado tras un escritorio, haciendo locha o mirando cómo no hace algún esfuerzo.
El conductor del taxi o de la buseta o del Megabús, es valioso porque nos transporta al conducir el vehículo; de parte y parte somos valiosos, ellos prestando el servicio bien y los usuarios pagando para que se sostenga el servicio.
Todos somos valiosos, no discrimines por la facha, veámonos iguales para la vida e importantes para el mundo.
Seguramente, como los anteriores, hay muchos ejemplos más que demuestran nuestra mente retorcida ante las cosas que pasan ante nuestros ojos. Muchas de nuestras actuaciones discriminatorias vienen heredadas por imitación o mala interpretación de las cosas o porque las primeras impresiones recibidas desde la primera escuela, nuestro hogar, nos marcaron desde entonces y así desarrollamos una personalidad egoísta, cruel, inhumana y discriminatoria.
Y no espero que me alaben por esta recopilación de ejemplos; lo que requiero son manifestaciones solidarias y empáticas de quienes al leer se reconocen como discriminadores, porque en algún momento de nuestra existencia lo hemos sido y este escrito debe llamar la atención de quien se apropia de su contenido, para que cambie, para que cambiemos, desde adentro, y nuestra vida en común sea mejor. Gracias por su atención. He dicho.