Por James Cifuentes Maldonado
Actualmente existe una inmensa oferta, yo diría una avalancha imposible de consumir, de contenidos audiovisuales propiciada por las plataformas tecnológicas, en lo que se conoce como OTT, que se traduce como Over-the-top media services, según su sigla en inglés, y que, de acuerdo con Wikipedia, consiste en la transmisión de audiovisuales a través de Internet, sin la implicación de los operadores tradicionales en el control o la distribución del contenido. Con dichas plataformas tenemos entonces la posibilidad de acceder a radio, música, video, películas, series, documentales, etc., lo que nos lleva a concluir que en materia de servicios públicos el de internet ya no es una cosa suntuaria sino de primerísima necesidad, tan importante, y a veces más, que el tubo del agua.
En este escenario, hoy perfectamente podríamos prescindir del servicio tradicional de televisión o televisión en línea, que frente a las posibilidades que ofrecen operadores disruptivos como NETFLIX, Amazon, HBO y otros, resulta francamente obsoleto, tanto por las limitaciones en la reproducción de los contenidos, solo en tiempo real, como por la variedad y calidad de los mismos. De hecho ya no hay grades producciones de televisión porque la industria se ha especializado en desarrollarlas y acapararlas para las plataformas que hoy dominan el mercado a través de internet, con referentes de insuperable calidad que han llevado el entretenimiento a otro nivel, como Breaking Bad, Game of Trones, Black Mirror, Vinkingos, 13 Reasons Why, Downton Abbey, Mr. Robot, y el reciente fenómeno de la Casa de Papel.
Como podrán notar, he relacionado algunos títulos, que son apenas una muestra de todo lo que se puede ver por internet, en todas las temáticas, desde historia, dramas épicos, romance y comedia, hasta ficción y futurismo, a través diversos proveedores y planes, ya muy accesibles que, salvo por los noticieros, nos hacen olvidar la necesidad de ver televisión, y han convertido las salas de cine en un plan romántico, una mera excusa para salir de casa, comer crispetas y perros calientes.
En el puente que acaba de pasar, con algunas dudas, decidí darle clic al documental “Asquerosamente rico”, transmitido por NETFLIX, basado en hechos reales de la vida de Jeffrey Epstein, un magnate financiero e inmobiliario de Estados Unidos, que construyó todo un imperio para ponerlo al servicio de sus más oscuras perversiones. El documental crudamente habla de pedofilia y de abusos sexuales a mujeres vulnerables, pero, por duro que parezca, eso no es lo nuevo; aquí lo novedoso es enterarse cómo las instituciones y las justicia de todo un país se rindieron ante el dinero y el poder de una sola persona, que al final se salió con la suya. Recomendado, pero con cuidado, porque es un contenido fuerte, que hace perder la fe en la especie humana.