Un día común y corriente en la ciudad de Pereira en la mañana, me encontré en un centro comercial con el escultor maestro Gabriel Duque Guinard, un hombre que camina tranquilo, de mirada alegre, con un humor permanente en su rostro; lo saludé hablamos dos o tres cosas de esas importantes con su humor negro y, le propuse una exposición en la sala Carlos Drews Castro, a la cual de manera insistente dijo que ¡NO! porque estaba en un libro pronto a publicar, le insistí por segunda vez y dijo, pero puede ser para el segundo semestre del año próximo, a lo que le contesté -listo maestro- y así fue.
La exposición de Gabriel Duque en la Sala Carlos Drews Castro constituye una demostración rotunda de cómo la escultura contemporánea puede articular pensamiento, materia y ética en un mismo gesto. Lo que en primera instancia podría leerse como un repertorio en muchos materiales: madera, hierro, piedra, cuero, forja, resina se revela en la obra de Duque, como un tejido de preguntas: sobre la vida y la muerte, la fragilidad y la violencia, la familia y la ciudad, la memoria y la forma. Sus piezas algunas de gran formato, otras próximas al suelo generan una experiencia visual y corporal que obliga al espectador a pensarse más allá de la contemplación pasiva.
Entrar al taller de Duque es entrar en una especie de gruta pedagógica: libros, pinturas, herramientas, terracotas y prototipos conviven con la tecnología del soldador y el ordenador. Ese espacio, barroco y funcional a la vez, ofrece claves para leer su poética: la escultura como laboratorio, la forja como escritura y la madera como documento histórico. Duque no fragmenta el proceso creativo; lo exhibe como una trama en la que la tradición artesanal y la intervención tecnológica se enlazan para producir objetos que son, simultáneamente, artefactos y narraciones.
Formalmente, las obras del artista juegan con la geometría y la anamorfosis. Hierros doblados, soldaduras que delinean mundos fractales y entramados tridimensionales producen superficies que se abren y se cierran según el punto de vista. Allí donde la anatomía y la flora convergen con la geografía y la arquitectura, la pieza se vuelve dispositivo: un punto de conexión que obliga a desplazarse, a medir distancias, a sufrir la tensión entre atracción y peligro. Esa tensión es deliberada: Duque busca que la obra provoque una pequeña amenaza sensorial, una advertencia física que recuerde con la brusquedad de una punta de metal, que el arte tiene la potencia de herir y de salvar a la vez.

El tema de la fragilidad atraviesa su obra con múltiples registros. Hay esculturas que reproducen la finísima urdimbre de un nido a partir del hierro; otras, en apariencia agresivas, simulan la ternura alojada en la amenaza. Esa dialéctica lo precario hecho con lo sólido; la morada tranquila, la caricia que hiere es una metáfora de la condición humana contemporánea: nos sostenemos en estructuras que a la vez nos protegen y nos ponen en riesgo. Para Gabriel, la contradicción es materia artística: la belleza no existe sin su reverso de peligro.
En la voz del escultor se escucha una ética polémica que sostiene su práctica. Duque reconoce el gesto de talar como acto creativo y destructor a la vez: “sembrar y cortar, salvar la casa o sacrificar el árbol para producir una obra”. Ese relato no es una justificación simplista que hay mucho oxígeno o sombra, frondosidad y frescor; es, más bien, la exposición transparente de una decisión estética enraizada en cuestiones concretas de vida protección familiar, subsistencia, memoria. Como sostiene Manuel de Felguérez «Hacer algo que solamente tú pudieras hacer», porque al convertir la muerte del material en un recurso poético, el maestro Gabriel obliga a confrontar la responsabilidad del creador frente a su entorno: la obra surge de una elección que implica pérdida, y esa lesión ambiental debe leerse en el centro mismo de la significación escultórica.
La dimensión literaria y filosófica de su producción aparece en la concatenación de intertextos que impregnan cada pieza. No se trata solo de forma y materia sino de voz: la escultura como frase, el espacio como párrafo épico donde artista, obra y espectador escriben una narración compartida. En este sentido, la muestra es un ejercicio de traducción: trascribe la biografía del creador y las tensiones sociales en cuerpos que funcionan como poemas matericos, enunciados que demandan lectura lenta y pensamiento crítico.
Si la muerte aparece como motivo recurrente, no es como fin absoluto sino como momento de transformación escultórica. La “muerte” de la madera o la extracción del hierro es la condición para que surja una nueva figura que interroga la existencia. Esa operación convierte a Duque en un intérprete de lo contradictorio: su escultura es rito, testimonio y pregunta. Y en la sala ante las piezas que duermen en su gravedad o desafían al aire con filigranas metálicas, el público recibe una enseñanza doble: la obra conmueve y, al conmover, instaura la reflexión.
En suma, la producción de Gabriel Duque se afirma como una poética de la tensión: entre materia y pensamiento, entre riesgo y ternura, entre destrucción y creación. Sus esculturas son objetos-ensayo que dialogan con la historia del arte y con la contingencia ética del presente. Verlas y escucharlas, oír al maestro relatar su práctica equivale a participar en un rito estético donde la muerte no clausura, sino que abre la posibilidad de una forma nueva, compleja, metafórica y, sobre todo, profundamente literaria.
Terminar este recorrido con una frase del mismo Manuel de Felguérez «Una lucha continua contigo mismo, contra ti mismo por superarte», es también afirmar que, si ya naciste y te sientes solo, mueve el cuerpo, el pensamiento y produce una historia, tu cuerpo es materia escultórica viva, que se hiere diariamente, y solo con el arte se salva.
Con esta descripción de la obra del escultor, cualquier persona se anima a visitar esta exposición.
Hacer un comentario sobre este extenso y profundo artículo del maestro James Llanos , no es tarea fácil porque el entrelaza la filosofía, la literatura y hasta el psicoanálisis plasmado en la inmensa obra esculturas rica del maestro Gabriel Duque. Rindo a un homenaje a este gran artista. Felicitaciones a ambos maestros por su obra y al curador por su escrito.
Me gusto el articulo ! Te felicito James !!! Quiero ir a verla pronto !