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LUIS FERNANDO CARDONA
Director Fundador

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DE LA POLÍTICA SIN PRINCIPIOS:  JUGAR CON LA FANTASÍA DE LA GENTE ANTES Y DURANTE LAS VOTACIONES

 

Para Mahatma Gandhi, uno de los siete pecados sociales esbozados en su pensamiento lo denominó “la política sin principios”, caracterizada como aquellas actuaciones tipificadas por la ausencia de los principios rectores de la ética y la moral en el campo de la política, generando incredulidad, temor y desconfianza, sustentada por la falta de transparencia, honestidad, responsabilidad y enfoque hacia el bien común, apalancado en la  falta de control, seguimiento y mejora continua del aparato gubernamental encargado de garantizar una sociedad mejor desde la equidad y la justicia para todos y cada uno de sus ciudadanos porque los principios éticos y morales marcan límites y son contrapeso en el actuar de los gobernantes, en aras de no caer en las malas prácticas propias del ejercicio político como es la corrupción y las aristas que esta genera.

Por otro lado, se suele evitar la verdad y la transparente rendición de cuentas porque es un asunto delicado y peligroso por su dificultad para ser encarado desde la honradez y la seriedad de las mismas, apareciendo entonces personas capaces de inventar ilusiones o conjurar fantasías como un oasis en el desierto, en la cual todos van hacia ellas porque apelar a las fantasías es un arma de dominación de las masas, ya que para acceder al poder, el aspirante debe ser una fuente de placer para quienes lo rodean y dicho placer surge del arte de adecuarse a las fantasías implantadas a las personas a través de la actuación y el histrionismo creativo, inventando y construyendo en la mente de sus seguidores escenarios, personajes, historias o realidades que no son viables y tangibles desde su discurso político pero son creíbles por la originalidad y el deseo desesperado de las masas por el cambio hacia lo mejor, tomando decisiones equivocadas y en  contravía a sus principios en el momento de elegir al adecuado, ya que el  histrionismo político como arma de sometimiento a las masas, lo expresó David Hume, 1711-1776, de la siguiente manera : “ Un político no puede desesperarse para ganar seguidores por su hipótesis propuesta por más extravagante que sea, siempre y cuando tenga la capacidad artística de presentarla bajo la luz más favorable”.

 

 

La fantasía surge a partir de las realidades deprimentes aprovechadas por el candidato de turno, el cual  través del discurso estratégico no promete mejoras graduales a través del esfuerzo, lo que promete es un cambio sustentado en la transformación repentina, cautivando a las masas ignorantes, incapaces de pasar dichas afirmaciones por el filtro de la coherencia y la  viabilidad, porque las fantasías son  fruto de la debilidad causada por la inseguridad, la emoción o la necesidad que supera  y oprime al ser humano, además, de ser anhelada , esperada y no llegada pero aprovechada por el candidato de turno , quien hace magia a través del  discurso , pareciendo el  mesías de “ carne y hueso” que estaban esperando para llevarlos a la tierra prometida.

Cabe destacar que este tipo de discursos sustentados en la fantasía de las masas para otorgar poder tiene límites y “talón de Aquiles” y dicho “talón” radica en la exigencia de la demostración de resultados, ya que “la fantasía no es fantástica”, la fantasía en un mentira bien argumentada para el ignorante e incauto incapaz de detectar la incoherencia y la inviabilidad  de las propuestas pero no para  todas aquellas personas con la capacidad de discernir y distinguir la realidad del fraude.  De ahí la importancia de llevar a cabo un seguimiento constante y  permanente del candidato a elegir, de la atmósfera que lo circunscribe y ante todas las cosas, interpretar con sagacidad  esa señal de alerta electoral,  ese  “mal olor propio de lo putrefacto y ese  ruido estrepitoso característico  del  vehículo que está fallando en su trasegar ” al ofrecerles  dinero y dádivas a los votantes  a “cambio de su  voto”, porque la meritocracia política pura y altruista  se sustenta en la validez de los argumentos del discurso proferido, además, de la transparencia comportamental del candidato durante su recorrido político  y no del dinero ofrecido por debajo de la mesa para ser elegidos, porque estos momentos colectivos  no pueden estar cargados de emocionalidad y simpatía sin sustento, ni mucho menos el “vender el voto”, ya que  estos momentos deben estar sustentados en la racionalidad e inteligencia ciudadana para la correcta elección de las diferentes personas  que orientarán el rumbo del colectivo acorde a la facultad proferida por la ley en el momento de comenzar el ejercicio de su cargo.

Es importante hacer eco en lo siguiente: Los practicantes de la política sin principios siempre aparecen y parecen “el paradigma de la corrección y la eficiencia”, manteniendo la apariencia de impecables e incorruptibles, jugando con la necesidad de las personas de tener fe en algo consiguiendo adeptos y seguidores a través del juego de las creencias y las necesidades, convirtiéndose en el centro focalizador de dichas necesidades, ofreciéndole una causa o una nueva convicción para adherirse, siendo el imán de atracción para el engaño de las muchedumbres amantes de la charlatanería y el ataque amarillista mediático hacia los otros candidatos,  siendo una verdadera cortina de humo para distraer el raciocinio de los votantes.

Como colofón de este escrito se hace mención a lo siguiente: “Algo peor que un político corrupto es un ciudadano que lo defienda,  ya que la ignorancia es ese veneno que encierra en una jaula sin darse cuenta que está encerrado”.

Este texto no pretende ser un producto acabado o el final del camino.  Es una invitación a la reflexión y el debate para la construcción colectiva ya que en “El Opinadero” cada lector es también un autor.

 ¿Qué otras aristas tiene el engaño a priori a la elección de los candidatos políticos”?  ¿Por qué la mentira, la ilusión y la fantasía siempre se han salido con la suya en los procesos electorales.   ¿Esto ya cambió o cambiará?

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