Por: Álvaro Camacho Andrade
Todo sucedió una noche de farra con mis amigos, unos seis nos encontrábamos en la casa de uno de ellos hablando carreta, contando chistes, mamando gallo y escuchando música, había mucho trago, Whisky, ron, aguardiente y cerveza. Yo estaba muy prendido y eufórico revolviendo toda clase de licores. Las cosas iban bien hasta cuando a alguien le dio por fumar marihuana. En medio de la tomata confieso que fumé, fue la primera y la única vez que lo hice. Desde ese momento todo cambió, aproveché para ir al baño y me volé, era más o menos la 1 am, mi casa quedaba a unas siete cuadras en línea recta, era una calle muy iluminada y yo lograba ver a lo lejos el poste de la luz amarillo con negro del parqueadero que quedaba a 10 metros de mi casa, apenas saliendo me dio «la risueña», no podía de la risa recordando el chiste del hippie y el policía. Era de un hippie que estaba fumándose un porro en un parque y un policía lo pilla y le dice:
-! ¡Alto ahí! queda detenido por fumar marihuana en un sitio público, su arresto es de tres días, acompáñeme!
– listo señor agente, todo bien, yo me voy con usted, pero hágame un favor. resulta que vivo solo con mi mamá que es muy viejita y si me lleva y no me ve se puede morir de un infarto, yo vivo aquí al frente, hagamos una cosa, me voy con usted, pero antes entro a la casa y le digo a mi madre que voy para un paseo de tres días.
-de acuerdo, pero no se demore.
pasaron 15 minutos y el policía esperando, media hora y el hippie no salía, a los 45 minutos el policía golpea y el hippie sale por el balcón y le dice:
-! ¡Cómo le parece señor policía que mi mamá no me dejo ir al paseo!
Me reía del chiste y de un momento a otro mi pierna derecha cogía a la derecha y la izquierda hacia el otro lado, veía el poste acercarse poco a poco, no me voy a estrellar contra el poste, pensaba, casi no podía controlar mi cuerpo, mi pierna izquierda seguía cogiendo hacia la izquierda, la derecha a la derecha y mi cuerpo directo al poste. Faltando una cuadra el poste se veía gigante y se acercaba velozmente, yo no paraba de reírme del policía, pero mis piernas no se ponían de acuerdo. Treinta metros, el poste amarillo con negro me atacaba, diez metros, era inminente la estrellada, no dejaba de reír, faltando un metro hice una maniobra con el cuerpo, giré bruscamente y le dí un cabezazo a un muro. ¡Me sobé la cabeza, le eché la madre al muro, me despedí del poste, entré a mi casa y me tiré en la cama pensando! Qué marihuana tan brava!