Por JAIME DIEGO BEDOYA
*Nos ocurre a los generadores de opinión que tenemos un plan y las circunstancias nos vuelcan a otro, porque no pueden pasar inadvertidos hechos trascendentes como la desaparición de un gigante continental y mundial, Diego Armando Maradona Franco, reconocido por muchos como el mejor futbolista de todos los tiempos. Así que la serie sobre educación continuará la próxima semana.
Maradona brilló con luz propia y su consagración definitiva se dio en Méjico-86, cuando con dos goles-uno, “el gol del siglo” y otro, “el de la mano de Dios”-, Argentina cobró en franca lid deportiva, las bellaquerías cometidas por los ingleses en la Guerra de Las Malvinas.
En nuestra ciudad también dejó su impronta en un gol contra el desvencijado Pereira, que él mismo consideraba la filigrana de toda su carrera. Fue un irreverente con el establecimiento, pues a pesar de venir de la barriada y llegar a la cumbre del poder económico derivado de su esplendente habilidad kinestésica, siempre estuvo del lado de los débiles y acompañó a las reclamantes madres y abuelas de la Plaza de Mayo, humilladas por los gorilas vestidos de militar. También por sus profundas convicciones políticas, se alineó con Cuba, Venezuela y Bolivia.
Fue esa enhiesta postura la que disgustó tanto al statu quo, empeñado en neutralizarlo y ganarlo mediante jugosos contratos, para la causa de los poderosos. No era su fatal adicción a los drogas -que supo reconocer con entereza- lo que les preocupaba, pues gente con comportamientos peores como el peluquín gringo, con montón de acusaciones de violación; de evasión de impuestos; de incentivación a los grupos supremacistas blancos armados, recibió del Centro Democrático, sin una brizna de vergüenza, el apoyo incondicional a su fallida reelección, que además, se empeña en desconocer con acusaciones de fraude sin pruebas, con los riesgos de que los violentos de extrema derecha bañen de sangre la gran nación.
Mancuso, reconoció que el 35% de los congresistas eran narco-paramilitares y nadie se frunció, ni siquiera el presidente Uribe Vélez que, en un arrebato de soberbia, les ordenó votar sus proyectos antes de ir a la cárcel, lo que implicaba reconocer las verdades del bandido.
Juan Carlos Vélez, aseveró que habían envenenado a la gente con mentiras sobre el plebiscito, para sacarla berraca a votar NO y, a la postre, lograron torcer la voluntad de unas 30 mil personas.
A pesar de sus veleidades, que sólo le hicieron daño a sí mismo, el saldo a favor de Maradona es altamente positivo. Paz en la tumba de este David que, en la lucha contra el capitalismo salvaje, se impuso al descompuesto Goliat.
Jaime Bedoya Medina.