Adiós a Gustavo

“Hay golpes en la vida tan fuertes ¡Yo no sé!. …son pocos pero son….Abren zanjas oscuras” decía Vallejo, pero  yo si sé que cuando un amigo se va, con él se marchan recuerdos y enseñanzas, historias no contadas y batallas por librar, como todo aquello que con Gustavo hizo parte de nuestra vida, hoy cuando sé que no escucharé el tono pausado y sereno con el que el maestro enseñaba y orientaba, hoy cuando me encuentro frente a lo ineluctable, yo si sé que la huella de un hombre que fue hijo de finquero y santa, aquel que heredó los valores de honestidad y franqueza, de perseverancia y tenacidad todo aquello que ha hecho grande a esta tierra de gente trabajadora y de palabra, se ha ido y como todo lo que viento se lleva, solo quedará tatuado en el alma de quienes lo vivimos, lo sentimos y lo queríamos, como lo hice yo.

La huella de Gustavo la podremos encontrar en cada esquina de esta, su cuidad, en la que ocupó el puesto de timonel una y otra vez, en cada aula de la Universidad Tecnológica, a la que aportó su inteligencia y creatividad, en los muros del Concejo de esta ciudad que escuchó tantas veces su ilustrada palabra, en los anales de la Asamblea del departamento que dirigiera con tino y sabiduría, en la gestación de Dosquebradas, la que dibujó con puño firme, en la Unidad Liberal, aquella que con un puñado de soñadores creó e hizo grande, en la Cuba de Fidel donde dejó simientes de Colombia, Gustavo pasó dejando un estela que, como la que en el río marca el canalete, se pierde en la corriente, pero deja como resultado un avanzar, un adelante, sin pedir permiso.

Bernardo, Ricardo y Juan, los tres de los Orozco Restrepo bien saben que ni él ni ellos han sido inferiores a esa educación de fraternidad, de sinceridad y vocación que recibieron de un padre quien no necesitaba ni de firmas ni de sellos, porque con su palabra bastaba; ellos deben saber que Pereira le agradece a una familia que es modelo, que les quiere y por eso ahora aquí estamos acompañándolos en su tristeza, y con ello dándoles a ellos y en nombre del mayor de todos, un muchas gracias por haber vivido, por haber servido, por seguir al pie de la trinchera defendiendo a la ciudad, a la patria y todo ello sin pedir recibo.

Hasta siempre viejo amigo, donde quiera que hayas llegado sé que serás recibido con cantos y flores, como lo merece un hombre sin tacha, quien llega sin el temblor de las manos vacías y allá les contarás el porqué de el Guernika de Picasso, o la razón para borrar a Napoleón de la Heroica de Beethoven, o quién esculpió la Venus del Milo.

Nos harás mucha falta porque necesitamos quién nos recuerde que la guerra es la peor manera de hacer la política, te vas sin deberle nada a la vida, a tu gente, a quienes contigo aprendimos a responder, a no claudicar ante los poderosos, a defender lo que de todos es y a no sucumbir ante al ídolo de oro. Buen tiempo y buena mar viejo Gaviero, por ello y por mucho más te despedimos con el aplauso con el que te damos unas muchas gracias.