* Formación ciudadana para la democracia legítima destierra para siempre todo intento de engaño mediático.
* No más vulneración e irrespeto inaceptable del periodismo industrial a la gente con actos de manipulación, desinformación.
El sesgo editorial de los más ruidosos amplificadores del poder desinformador en Colombia los ha convertido en los mayores vulneradores del derecho fundamental que debe garantizar la libertad de conciencia. La agenda de la endogamia mediática y su periodismo industrial obediente a las manías y necesidades del poder en la conversación pública de ese círculo que atesta el bochorno psiquiatrico de las redes sociales y medios del ecosistema digital contaminados por ése relato, está impuesta por habilidosos instrumentistas de la estrategia editorial para confundir y desinformar con fines particulares. La gente está a la deriva en su toma de decisiones donde no hay formación ni criterio para filtrar y depurar las avalanchas de ruido que caen desde la desinformación estratégica. Cumbres contra la desinformación reúnen a actores comunicólogos del proceso, pero igual el ciudadano de a pie en amplia extensión del territorio y sus capas sociales con mayor vulnerabilidad camina a tientas sin instrumentos guía.
Cada nuevo colombiano desde inicio de aprendizaje para una sociedad infoxicada, ahogada en la distracción confusión, debe conocer que la brújula para guiar su vida por el camino de la igualdad se llama el derecho a la información, efectivo, real garantía plena de conciencia libre sin interferencias ni manchas en su entendimiento en la toma de decisiones no manipuladas. Sólo así es posible una democracia legítima por voluntad irrefutable de ciudadanos libres. Ése es el peso de la decisión que cada ejercicio electoral debe tener cuando la gente por cuenta propia ha aprendido a no tragar entero, no comer cuento, no dejarse confundir ni manipular por todo el ruido pagado por miles de millones en campañas con promesas y engaños por miedo y odio. De ése tamaño es el pendiente que pesa sobre quienes juraron no engañar a la gente que siguen contra toda evidencia en las mismas malas prácticas rutinarias que se repiten en sus escándalos repetidos igual.
Como en la pandemia del covid y todas las plagas vividas, el agente vector permanente de transmisión de todo el virus desinformador por emociones fáciles de disparar es el ciudadano irresponsable contaminante. Ahora con mayor alcance y amplitud de onda expansiva los desinformadores, pastorcitos mentirosos que existieron siempre en las comunidades y poblaciones siguen imponiendo sus efectos para mover miedos, pánicos, polarizaciones, emociones primarias todo el tiempo. La pandemia se controla cuando el ciudadano potencial vehículo de transporte del virus aplica y blinda su integridad con todos los protocolos de seguridad e inmunidad con las vacunas. En cada mente que decide y elige, los procesos de democracia electoral como los comicios locales en octubre próximo no pueden permitir un carnaval de engaños, manipulación y desinformación para confundir a quienes entregan lo público, los electores, en manos de operadores, empleados manipuladores del Estado local y territorial, que se proclaman dueños del feudo certificado con una credencial.
El reto insoslayable, ineludible del periodismo leal, responsable con respeto por su función servicio público, es servir contenidos veraces verificables para decisiones limpias de la ciudadanía donde quiera que exista democracia veraz, legítima, sin distorsiones ni engaños. El derecho a la información es un bien público, es una garantía individual que sólo es posible si cada ciudadano, cada joven, cada niño, desde inicio de su autodeterminación lo reconoce, comprende y aplica con total conciencia sin permitir ser vulnerado. Así como cada persona desde la infancia aprende a proteger su integridad física e impedir abusos y maltratos que no pueden ser permitidos, en igual y mayor dimensión debe aprender a proteger su integridad cognitiva, de conciencia libre, autónoma, que no puede ser vulnerada ni violada con engaños ni mentiras. La persona desde el momento en que comienza a negarse a ser engañada comienza a ser libre.
La cultura de dignidad, conciencia, derechos reales, comienza con la autodeterminación de la conciencia plena en ejercicio inalienable y leal del sagrado derecho a la información que hoy no es reconocido ni comprendido, mucho menos defendido en su inviolabilidad por la mayoría de la gente. Pareciera como si al contrario y en contra suya cada quien practicara un falso permiso o licencia para ser engañado, manipulado, timado. Como aquel personaje de caricatura televisiva, «tontoniel» que va clamando a todo el que aparece que por favor la tumbe y lo burle. Existe una especie o suerte de «patología» mental entre la masa de una fascinación por el engaño, la mentira, el comer cuento. Ese es el negocio de los depredadores de lo público y los derechos de las personas que son utilizados como instrumentos de todo esto que pasa.
Ser humano que no se gobierna con decisiones limpias y autónomas en su integridad, no sirve para ejercer ciudadanía donde se toman desde el fuero individual a conciencia decisiones que en suma terminan siendo destino colectivo para después lamentarse de la realidad impuesta. Todos, nadie exento, tenemos la responsabilidad de formarnos con solidez en la gobernanza autónoma del derecho a la información como actores relevantes con incidencia en nuestro entorno. Seguir ignorando este principio nos mantendrá dónde estamos.
Emprender desde una plataforma editorial que trabaja día a día por fortalecer una conversación pública leal, sin engaño, un proceso formador con fogueo constante de audiencias con fundamento sólido en pensamiento crítico es un propósito que nos sintoniza desde este tiempo. Iniciamos aquí una conversación afirmativa que hace posible potenciar capacidad de análisis de contenidos, argumentos e ideas en interacción con acceso efectivo en la diversidad de audiencias.
La forma de blindar una democracia legítima con suficientes anticuerpos inmunológicos contra el engaño es sintonizar a la gente, los nuevos con el ejercicio pleno del
derecho a la información con pleno conocimiento y comprensión que nutren de manera potable fidedigna una conciencia inviolable cero vulnerable al engaño.
Escrito por Hernando Ayala M Periodista Mail disnnet@gmail.com