No recuerdo una campaña a la Alcaldía y Gobernación tan tempranera. Algunos comenzaron desde siempre, es decir, nunca dejaron de anunciar sus nombres a riesgo de volverse rutinarios dejando en el camino la idea peregrina de intentarlo por si las moscas, de esas aspiraciones que los electorados no perciben y obligan a esperar algo diferente.
En estos tiempos, las campañas políticas se distinguen por un detalle relevante: son muy costosas. Aún las más sobrias. Todo cuesta un jurgo de plata, desde los desplazamientos hasta los salarios y alimentación de los equipos logísticos pasando por el manejo de redes sociales, publicidad, vallas, sede de operaciones, gastos hormiga y costos fijos, además de los inevitables gastos invisibles.
Hay que reconocer que casi todos los candidatos mueven sus respectivas campañas con recursos propios o provenientes de apoyos económicos de personas y empresas simpatizantes o de amistades personales.
Hay casos en que esos recursos vienen de la leyenda urbana de las economías subterráneas, porque en la realidad, pruebas, aún no hay.
Casi nunca un candidato compromete su patrimonio personal y familiar. Sería la ruina. Es un hecho que de esos altos costos de las campañas se derivan los compromisos y los favores al debe. En muchos casos, si gana, y el candidato “cumple”, todo se paga con el erario vía contratos o favores con los recursos materiales públicos; obviamente, con contadas y honrosas excepciones. Pero en términos generales, como decían los abuelos, del cuero salen las correas.
La excepción es la reposición de votos. La otra realidad, lejana por cierto, es que las campañas políticas deberían ser financiadas totalmente por el Estado, porque algunos partidos políticos, cobran por el aval. En una época, en las nóminas de los empleados públicos se aplicó un descuento con destino a la financiación de los directorios políticos.
Es un hecho que la financiación de las campañas a alcaldías y gobernaciones, fluye con alguna generosidad en la medida que las candidaturas se van decantando y crece la emoción colectiva y el interés, factores determinantes en el éxito político electoral.
Viene luego el debate de las propuestas, las ideas, los propósitos y las promesas que, al ser plasmadas en el programa de gobierno inscrito en la Registraduría y luego aprobado por el Concejo como Plan de Desarrollo Municipal para el cuatrienio, adquiere matiz de responsabilidad política y compromiso legal.
Una vez elegido, nacen a la vida jurídica el mandato de representación y la responsabilidad política. De allí que todos deberíamos poner el mayor interés en la próxima elección de nuestros mandatarios más cercanos.