Como artista, padre, hijo, abuelo, amigo y escritor, desde la conciencia del inquieto, lanzo al futuro un mensaje que sea como una semilla de esperanza, un llamado a la unión y a la construcción de un mañana mejor. Un mensaje de amor, paz y armonía, que sea el faro que guíe a las generaciones venideras hacia un puerto de estabilidad, amplitud, inclusión y democracia.
Donde la corrupción sea solo un recuerdo lejano, y los niños, jóvenes, adultos y adultos mayores, hombres y mujeres, indígenas, mestizos y negros, sean como flores que brotan en un jardín de oportunidades, con una mejor calidad de vida, protegidos por un gobierno que sea como un padre justo y amoroso, amparado en la Constitución política de Colombia.
Que la escritura, la danza, la poética, la pintura, el teatro, el canto, la filosofía y las ciencias sean los ríos que nutran el caudal de la creatividad y la innovación, llevando a este país a ser un faro de vida y amor. Donde los campesinos, que son los sembradores de la tierra, estén en condiciones dignas, como los artistas que crean obras maestras con sus manos. Donde los obreros, con sus manos, dignifiquen su labor diaria, como los arquitectos que construyen catedrales de justicia y equidad.
A los políticos, les pido que piensen en el servicio a la comunidad, como los ríos que fluyen hacia el mar, sin esperar nada a cambio. Que la democracia sea un ejercicio social al servicio de todos, como una gran sinfonía que requiere de todos los instrumentos para crear una melodía hermosa.
Espero que cuando termines de leer esta nota, lo hayas hecho con el corazón y la mente abiertos, para que tú hagas parte de ese proyecto de «un país potencia de vida», de esa bella luz que ilumine este bello continente, este espectacular país lleno de agua, montañas, mesetas, nevados, macizos, de su rica flora y fauna. Un país que sea un tapiz tejido con hilos de amor, justicia y equidad, donde todos tengan un lugar y una oportunidad para brillar.


