
Diana la cazadora y La Niña y el Ánfora, también conocida como la Lampararia, son dos esculturas con figuras de mujer que desde hace cerca de cien años fueron traídas de Europa por don Lino Mazuera Fernández de Soto- para que lucieran en los jardines de la casa Santander, llamada casa quinta por estar en aquel entonces ubicada en las afueras de la ciudad (muy cerca de donde hoy se encuentra la iglesia de Fátima). Diana la Cazadora es la misma Artemisa griega, cuya autoría se le atribuye al escultor Prexísteles en el siglo IV A.C.
Su procedencia motivó la curiosidad de muchos pereiranos hasta cuando dos damas de nuestra sociedad absolvieran el acertijo hace ya doce años , como se evidencia en una publicación del diario La Tarde de aquel entonces (La Tarde 27 de noviembre de 2011, página 3C).
Las señoras María Elena y Alicia Hoyos Mazuera pusieron en manos del historiador Víctor Zuluaga las evidencias que confirman irrefutablemente su procedencia. Se trata de una serie de fotografías antiguas de la casona, tanto la imponente fachada como sus jardines e interiores, que ellas conservaban en su álbum familiar.
Hoy ambas esculturas están a la vista de todos en el extremo occidental del parque Olaya Herrera, al pie de la estación del cable aéreo, pero lo que casi todos ignoran es que fueron vendidas a la Sociedad de Mejoras Públicas de Pereira por el hijo de don Lino, Víctor Mazuera, cuando su padre enviudó y se marchó a vivir a Manizales.
La Casa Santander era un palacete estilo republicano con unos jardines muy parecidos a los de Versalles, escaleras en caracol, rejas de hierro, piso de baldosa, grandes salones interiores con barandas hechas de macana. Y por si fuera poco, era la única casa que había saliendo de la estación del ferrocarril hacia Cartago, es decir que estaba localizada en los suburbios de Pereira.

La propiedad la construyó don Lino a comienzos del siglo XX, y todo el amoblamiento lo trajo de Europa, inclusive las lámparas que junto con los demás muebles los vendió después de la muerte de su primera esposa y antes de trasladarse a Manizales, donde se casó en segundas nupcias con doña Carolina Villegas, y fruto de esa unión nacería Fernando Mazuera, quien llegó a ser en varias ocasiones alcalde de Bogotá.
Don Lino, de origen cartagüeño y descendiente en línea directa de don Antonio María Mazuera Benfont, (español que había llegado del país vasco en el siglo XVIII, y casó con la hija de uno de los hombres más ricos de la comarca) fue el padre de don Vicente Mazuera Escobar, de cuya descendencia hacen parte, entre otros, don Alfredo Hoyos Mejía y su hijo Alfredo Hoyos Mazuera, empresario avicultor y creador de Frisby. También Felipe López Hoyos, gerente de Chévrolet Caminos y Carlos Eduardo Botero Hoyos, por muchos años gerente en Medellín de Inexmoda.
Me enteré casualmente de esta entretenida historia por una amable invitación que me hiciera María Elena Murillo, quien está dedicada a hurgar la genealogía de la sociedad pereirana y con quien me dirigí al apartamento de la otra María Elena, Hoyos Mazuera, la hermana del fallecido don Alfredo, quien tuvo la disposición y generosidad de compartirnos sus recuerdos y enseñarnos su álbum familiar, no sin antes hacerme portador de una petición a las autoridades municipales que por favor al pie de las dos esculturas resuman la historia de cómo y cuándo llegaron a Pereira, y por supuesto, que se mencione a su antepasado, don Lino Mazuera, un hombre de mundo que construyó en la ciudad un pedazo de la París de comienzos del siglo XX, en cuya entrada lucían las dos Dianas que hoy se observan en el parque Olaya.

Excelnte!!
Reconstruyendo la historia de las esculturas en espacios públicos, es el efecto que produce el artículo de Luis Fernando sobre las obras instaladas en el parque Olaya. Tendrán que iniciarse jornadas de visitas guiadas a ese parque para que Pereiranos y visitantes se den cuenta de las valiosas cosas que tiene este sitio iconico de Pereira. Gracias Luis Fernando por tu crónica ilustrada y bien aefunwbrads.
Que importante e interesante es tener conocimiento sobre esta historia de orden familiar, pero de tintes ciudadanos tan exquisitos, pero a la vez ignorados de modo casi impio por autoridades y pereiranos, que escasean de Civismo, o sea de amor por el terruño donde nacieron.
Toda esa historia tan elegantemente narrada por el señor Director de nuestro medio periodístico en esta columna, es una clara muestra de que esos llamados asuntos de la pereiranidad, están lejos de estar interesados en monumentos, vitrales, pinturas y representaciones artísticas, qué son ornamento de una ciudad que hoy se precia como capital del eje Cafetero. Y para asombro de quienes nos fijamos como en esta nuestra casa, parecieran abandonados, vejados e indocumentados como lo dice el autor Luis Fernando Cardona, el cual ha hecho un trabajo de reconocimiento a estas obras broncineas, gracias a esa dilecta amiga María Elena que lo puso en contexto de este interesante historial ciudadano.
Debo agregar el comentar, que el Club de Lectura ConSentido de La biblioteca Comfamiliar, del cual hacemos parte desde su creación, realizó para un aniversario de la Ciudad, una muestra fotográfica de los diferentes monumentos qué hay en nuestra querida urbe regional; para quienes aceptaron la invitación de celebrar dicho suceso, muchos mostraron un craso desconocimiento de que este tipo de esculturas tenía el urbanismo PEREIRANO. Asimismo se nos quedaron muchas obras de estas características por retratar y mencionar como es debido, dentro de una informal galería en que se convirtió transitoriamente el recinto de esta Biblioteca. Y ahora valdría la pena preguntar y saber que ha pasado con aquel busto de Manuel Mejía Robledo, el cual estuvo ubicado en un parquezuelo ubicado en la Avenida Circunvalar con el cruce de las transversales de las carreras que daban sobre esta vital vía de circulación? Este sería uno de los interrogantes sobre varios aspectos artísticos qué han desaparecido y que forman parte del complejo urbanístico.
Con esta columna es muy bueno que la dirección del Opinadero.com abra un compás de acercamiento al valioso historial escondido, y muchos otros artículistas, se diesen a la tarea de escribir e investigar sobre esta cultura centenaria, indocumentada y encantadora como lo describe esta nota periodística. Gracias por escribir que es la forma de res describir, lo que hemos dejado en doloroso olvido.