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Cine Húngaro

Por Geross

Juan Guillermo Ramírez, uno de los críticos de cine más importantes que tiene Colombia, asistente habitual a nuestros Encuentros de Críticos que realizamos en Pereira y que una funcionaria de la administración anterior quiso acabar, me envía unas hermosas sorpresas cada rato, toda vez que a él le llegan de manera frecuente. Se trata de la película “Trezor “, o “Bóveda” en español y que fuera nominada al Premio  Emmy Internacional en 2019. Una película política, inteligente, bien actuada y con una fotografía espectacular, cuyo estreno mundial ha estado suspendido por esta absurda pandemia.

En estos momentos se está pudiendo ver en un portal que facilitó la Embajada de Hungría para los buenos cinéfilos colombianos y que recomendamos, no con los ojos cerrados, sino al contrario, con los OJOS BIEN ABIERTOS, porque nos gustaría que todos ustedes amables lectores, se den cuenta de la calidad de cine que hacen ciertos países y que nosotros, de manera aterradora, desconocemos.

Desde hace unos pocos años para la fecha, han ido apareciendo una serie de nombres que ya los gomosos y firmes amantes del buen cine en nuestro continente vamos aprendiendo a distinguir y reconocer, como dicen nuestros hermosos padres. Ildikó Enyedi; Károly Ujj Mészáros; László Jeles Nemes; nombres difíciles de pronunciar para un hispano parlante, pero que muchos amantes del cine se han aprendido en los últimos años gracias a las películas que dirigieron y que han puesto al cine húngaro en lo más alto del palmarés internacional.

El Oso de Oro que ganó hace poco en Berlín «Teströl és lélekröl» («En cuerpo y alma»), de Enyedi, y su inclusión entre las cinco películas nominadas al Óscar a la mejor cinta de habla no inglesa, es el último ejemplo del auge del cine húngaro en el mundo.

“El Hijo de Saúl», de László Nemes, ya se llevó el Óscar, el Globo de Oro y tres premios en Cannes en 2016, mientras que «Un hada llamada Liza», de Mészáros, triunfó en 2015 en numerosos certámenes de cine fantástico, como el Fantasporto y el Imagine.

La lista de éxitos recientes del cine húngaro sigue con el Oscar de 2017 que se llevó el cortometraje «Mindenki» («Sing»), de Kristóf Deák, o con los galardones acumulados por las oscuras películas de Béla Tarr.

Los cinéfilos y cineastas de muchas partes del mundo se  preguntan que cómo lo hacen ? y  Ágnes Havas, la directora del Fondo Nacional de Cine húngaro, después de que se anunciara la nominación de «En cuerpo y alma» para los Óscar, le regaló a la audiencia internacional este puñado de datos:

El largometraje de Enyedi narra la peculiar historia de amor de una mujer joven y un hombre mayor que trabajan en un matadero y que cada noche se encuentran en el mismo sueño, ella en el cuerpo de una cierva y él, en el de un ciervo. La cinta acumula premios en festivales de todo el mundo, desde Polonia a Australia, pasando por la India. La producción cinematográfica húngara siempre tuvo exponentes conocidos internacionalmente, como Zoltán Fábri, Miklós Jancsó o Márta Mészáros, sin mencionar las primeras generaciones de cineastas judíos húngaros que emigraron a Hollywood, donde fundaron varios de los grandes estudios.

Vilmos Fried adoptó el apellido Fox y fundó el estudio del mismo nombre, mientras que Adolph Zukor (Adolf Cukor) creó Paramount. Michael Curtiz se llamaba Mihály Kertész antes de dirigir, por ejemplo, la mítica «Casablanca».

La actual no es necesariamente una «nueva generación» de cineastas húngaros, señala András Bálint Kovács, profesor del Instituto de Cine de la Universidad Eötvös Lóránd en Budapest.

Y es que entre los directores de éxito hay jóvenes como Nemes Jeles, de 40 años, que ganó el Oscar con su primera película, y veteranas como Mészáros, que a sus 87 años recibió en 2017 el Premio Konrad Wolf de la Academia de Artes de Berlín.

«Naturalmente, estas películas son principalmente producto del talento de sus creadores», opina el profesor en declaraciones a estudiosos del cine del mundo, pero agregando que hay otros factores que ayudan.

Así, explica que también son resultado de unas condiciones que hacen más fácil «la realización de su talento», ya que se está aplicando una política que da prioridad a la calidad sobre la cantidad.

«Se hace menos películas, por lo que hay más dinero para apoyarlas y también se respalda el trabajo de los directores con un asesoramiento en la fase de escritura de los guiones, con dramaturgos expertos», enumera el especialista.

En 2011, el Gobierno conservador nacionalista de Hungría creó el llamado Fondo Nacional de Cine, que apoya la producción de menos películas que antes, pero con mayor financiación, explica Kovács.

En su momento muchos cineastas criticaron la nueva institución, que veían como un intento de centralizar la creación artística.

El impulsor de estos cambios es el estadounidense de origen húngaro Andy Vajna, productor de grandes éxitos como «Rambo», «Terminator» o «Instinto básico», además de ser propietario de los estudios de cine Korda en Hungría.

Los más recientes éxitos han abierto el camino hacia mercados a los que pocas películas húngaras tenían acceso hasta ahora.

Por ejemplo, está previsto que «En cuerpo y alma» se estrene en 82 países.

Pero el fenómeno también es visible en los cines de Hungría donde, por primera vez desde hace décadas, las producciones locales logran llenar las salas, aunque su audiencia sigue siendo menor que la de los grandes éxitos de Hollywood.

«En cuerpo y alma», una película de una temática y profundidad que no suele atraer al gran público, superó los 120.000 espectadores en 2017, mientras que «El hijo de Saúl» llegó a los 260.000 en su momento y la comedia de acción «Kincsem», destinada a un público más amplio, sobrepasó las 450.000 entradas vendidas.

En comparación, el último capítulo de la serie de Star Wars, la película más taquillera en Hungría el año pasado, fue vista por 800.000 personas.

Y no olvidemos esa joya que vimos en nuestro Cine Club hace unas décadas : “MEFISTO”, que nos llenó la salita bella de Comfamiliar más de lo imaginado, luego de haberse ganado su director Istvan Szabó el Óscar a Mejor película extranjera en el año 1981 y en la que su protagonista se empieza a volver en un personaje inmensamente famoso en este planeta tierra, el joven Klaus María Brandawer, de quien afortunadamente tengo en mi colección de tesoros, su autógrafo.

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