Por GERMÁN A. OSSA E.
¿ES IMPORTANTE EL CINE COLOMBIANO?
Son muchos los textos y muchas las notas, críticas, experiencias, libros e historias que a lo largo de la historia del cine se han elaborado para hablar de nuestro cine. Hay ensayos bellísimos, análisis perfectos, notas extensas y balances pulcros y sinceros, los que muchos historiadores, biógrafos y analistas, han hecho sobre las vivencias que se han contado con imágenes que tienen movimiento proyectadas en una pantalla y que han ilustrado la a veces escasa producción y a veces riquísima colección de filmes que año tras año, disfrutamos los amantes de nuestro cine. Destaco en esta columna de hoy, ensayos bellos y serios como los que le conozco a mi amigo, el profesor John Harold Giraldo, que no solo destaca la riquísima producción cinematográfica nacional, sino que la analiza y estudia desde una mirada muy profunda y seria sociológicamente hablando, trabajo que nos diera a conocer en el pasado Encuentro Nacional de Críticos y Periodistas de Cine realizado desde nuestra ciudad para Colombia y el mundo.
En dos entregas, y apoyados en datos conservados y consultados en internet, con algunas observaciones del autor, haremos una mirada a lo que ha ocurrido con nuestro cine en estos más de cien años de historia.
PRIMERA PARTE
El término cine de Colombia o cine colombiano se refiere, en un sentido amplio, a las producciones cinematográficas realizadas en Colombia, o consideradas colombianas por otras razones. (“El olvido que seremos”, por ejemplo, del realizador español Fernando Trueba y basada en un texto de Héctor Abad Faciolince, antioqueño, se dice que es una película colombiana). El cine colombiano, como cualquier cine nacional, es un proceso histórico con una dimensión industrial y artística.
El cine colombiano no ha logrado ser rentable como industria a lo largo de su historia, lo que ha impedido que exista continuidad en la producción y en el empleo de realizadores y técnicos.1 Durante las primeras décadas del siglo XX existieron algunas compañías que intentaron mantener un nivel constante de producción, pero la falta de apoyo económico y la fuerte competencia extranjera terminaron por malograr las iniciativas. En los años 1980 la recién creada Compañía de Fomento Cinematográfico (FOCINE) de carácter estatal, permitió que se realizaran algunas producciones. Sin embargo, la compañía tuvo que ser liquidada a principios de los años 1990.
En la actualidad se vive una creciente actividad cinematográfica gracias a la Ley de Cine aprobada en el año 2003 que ha permitido que en el país renazcan las iniciativas alrededor de la actividad cinematográfica a través de la creación del Fondo para el Desarrollo Cinematográfico (FDC).
Historia
La historia del cine en Colombia inicia en 1897 cuando se registra la llegada del cinematógrafo al país. Solo dos años antes, el aparato de los Hermanos Lumière habría hecho su legendaria aparición pública en París y con la reciente euforia ocasionada alrededor del mundo por la aparición del invento, muchos camarógrafos extranjeros se volcaron con sus cámaras en busca de nuevos paisajes por descubrir, de esta forma se conoce que algunos incursionaron en territorio colombiano aquel año donde se realizaron exhibiciones inicialmente en Colón, que por entonces pertenecía a Colombia; de allí pasó a Barranquilla, luego a Bucaramanga para llegar más tarde a la capital Bogotá donde en agosto de ese mismo año fue presentado en sociedad en el Teatro Municipal, que estaba localizado en la carrera 8 y fue posteriormente demolido.
Inicios
Poco después de la introducción del cine al país se desata la Guerra de los Mil Días por lo que las primeras producciones tienen que esperar hasta el fin del conflicto civil para salir a la luz. En un principio las producciones cinematográficas del país se limitaban a capturar paisajes y momentos de la vida nacional y la exhibición de películas extranjeras era dominada por los Hermanos Di Doménico propietarios del Salón Olympia de Bogotá, quienes también producirían la primera película documental «El drama del 15 de octubre», que narra el asesinato del general Rafael Uribe Uribe desatando una gran polémica.
El cine mudo
Durante los primeros años los realizadores de cine se dedicaban a hacer filmaciones de paisajes y reportajes noticiosos para su exhibición pública y solo hasta 1922, aparece el primer largometraje de ficción llamado «La María» (de la cual se conserva un segmento de 25 segundos en la Fundación Patrimonio Fílmico Colombiano), dirigida por Máximo Calvo Olmedo, un inmigrante español que trabajaba como distribuidor de cine en Panamá y fue contratado para viajar al Valle del Cauca, donde realizaría el filme basado en la novela homónima del escritor vallecaucano Jorge Isaacs.
Otro de los pioneros del cine en Colombia fue Arturo Acevedo Vallarino un productor y director de teatro antioqueño que vivía de hacer obras de teatro en Bogotá, ante la crisis que se desató en esta actividad por la llegada del cine, Acevedo decidió fundar la compañía Acevedo e Hijos, casa productora de mayor duración y continuidad dentro de la historia del cine colombiano con 23 años de existencia (1923 a 1946) siendo la única que sobreviviría a la crisis de los años 1930, dicha productora realizaría un primer largometraje en 1924 llamado «La tragedia del silencio» dirigido por el propio Arturo Acevedo quien en 1925 realizaría un segundo largometraje que es uno de los pocos que han sobrevivido dentro de los primeros años de la cinematografía en el país hasta nuestros días titulado Bajo el cielo antioqueño, el cual se realizó más como un capricho de la clase burguesa de la época, financiada por el magnate Gonzalo Mejía, que como una realización con pretensiones comerciales o artísticas aunque alcanzó una importante e inesperada aceptación del público; sin embargo el filme reflejaba el carácter de la época el cual venía presentado determinadas características comunes no solo en el cine sino en las demás artes a las cuales se les acusaba de presentar cierta despreocupación o evasión de la dura realidad por la que estaba atravesando el país que se recuperaba de devastadoras guerras civiles y de la pérdida del Canal de Panamá; en contraste a esto, las artes en general se preocupaban principalmente de tres aspectos algo superficiales: el paisajismo, el folclorismo y el nacionalismo, con algunas excepciones sobre todo en la literatura pero que no eran ajenas al cine a excepción de algunas películas como la vallecaucana Garras de oro (1926) que abordaba el polémico tema de la separación de Panamá de Colombia en 1903 criticando el papel de Estados Unidos en la toma.
Crisis de la década de 1930
Tras lo que parecía una floreciente industria, en el año 1928 la empresa Cine Colombia compró los estudios de los Hermanos Di Doménico, cerrando los únicos laboratorios existentes en Colombia para dedicarse únicamente a la exhibición de películas extranjeras que le proporcionaban buenos dividendos con lo que se aniquiló de inmediato la producción nacional. Fue así como desde 1928 hasta 1940 en Colombia se produjo un solo largometraje con sonido óptico: “Pereira es la que invita a su gran carnaval” (1936) producido por la Casa Filmadora Venus en Medellín, Colombia y la película “Al son de las guitarras” de Alberto Santana, que nunca fue estrenado. De este período sobreviven, no obstante, numerosos cortometrajes documentales o noticieros realizados por Acevedo e Hijos, como la película Los Primeros Ensayos del Cine Parlante (1937).
La transición del cine mudo al cine sonoro, que se inició en todo el mundo en 1927, agravó el atraso tecnológico que afectaba a los productores colombianos. El cine sonoro era mucho más costoso y complicado de hacer, y las compañías locales no estaban en condiciones de competir con las películas de Hollywood, que ofrecían a los distribuidores gran perfección técnica, taquilla confiable y precios muy bajos ya que la inversión se libra en el mercado estadounidense. A esto se suma la competencia del cine argentino y mexicano, que atravesaban sus «edades de oro». Sin embargo, fue ese mismo ejemplo de éxito de otros países latinoamericanos el que alentó a algunos empresarios a probar su suerte en la producción de cine colombiano. Entre 1941 y 1945 se estrenaron diez largometrajes de ficción colombianos, realizados por cuatro compañías:
Ducrane Films: Dirigida por Oswaldo Duperly, un empresario bogotano que había vivido en Estados Unidos. Empezaron en 1939 realizando cortos publicitarios y noticieros, para luego producir Allá en el Trapiche (1943), Golpe de Gracia (1944), y Sendero de Luz (1945).
Calvo Film Company: Empresa vallecaucana, dirigida por el español Máximo Calvo, quien había llegado a Colombia en tiempos del cine silente para dirigir una adaptación de la novela María (1922). Realizó Flores del Valle (1941) y Castigo del Fanfarrón (1945).
Patria Films: Formada por los actores chilenos de la compañía de variedades Álvarez-Sierra. Participaron en Allá en el Trapiche, y produjeron Antonia Santos (1944), Bambucos y Corazones (1945), y El sereno de Bogotá (1945).
Cofilma: Compañía antioqueña formada por inversionistas locales. Produjeron Anarkos (1944) y La canción de mi tierra (1945).
Es probable que Allá en el Trapiche sea la única película de este período que permitió a sus productores recuperar la inversión, gracias al apoyo recibido por el Cineasta Mexicano Rodolfo Espino. El segundo gobierno de Alfonso López Pumarejo aprobó en 1942 la Ley Novena, que establecía exenciones arancelarias y de impuestos para fomentar la producción. Aunque esta ley no llegó a aplicarse efectivamente en beneficio de las compañías colombianas, sentó un precedente de (débil) protección estatal al cine. Todas las empresas terminaron en la quiebra y pasó una década antes de que alguien se arriesgara de nuevo a producir un largometraje.
La falta de oportunidades comerciales y apoyo estatal no impidió que en los años 1950 se ensayaran distintos modelos de producción. Quizás el más interesante fue el cortometraje surrealista La langosta azul (1954), producido por un grupo de artistas de la costa Atlántica entre quienes se contaban Gabriel García Márquez y Enrique Grau. Aunque estos artistas no siguieron trabajando en el medio cinematográfico, García Márquez continuaría colaborando más adelante en varios proyectos como guionista. Otro de los artistas que intentarían infructuosamente lograr desarrollar una carrera cinematográfica en el país fue el escritor Fernando Vallejo, quien durante la década de 1980 intentó realizar producciones cinematográficas que no solo no lograron apoyo estatal, sino que fueron censuradas. A pesar de que Vallejo intentaba retratar en sus películas la problemática de la violencia nacional, tuvo que realizarlas en México.
Cine de la pornomiseria
El cine de la pornomiseria fue el término que se empleó por la crítica en Colombia durante los años 1970 para denominar a aquel cine que se valía de la pobreza y la miseria humana para hacer dinero y conseguir reconocimiento internacional. El término «pornomiseria» fue acuñado por el director argentino Luis Puenzo, para criticar los excesos en la representación de la marginalidad en el cine latinoamericano.
Una de las películas más atacadas desde esta perspectiva fue Gamín, (1978) de Ciro Durán, un documental sobre los niños de la calle que además de hacer tomas de la pobreza en la calle, se valía de la puesta en escena para recrear situaciones como la de niños robando radios de automóviles. Quienes encabezaron la crítica contra esta forma de hacer cine fueron los integrantes del autodenominado Grupo de Cali (producto del Cineclub de Cali del escritor Andrés Caicedo), los reconocidos cineastas Carlos Mayolo y Luis Ospina. Ellos realizaron, entre otros, el documental Agarrando pueblo, con el que hicieron una sátira de la pornomiseria.