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LUIS FERNANDO CARDONA
Director Fundador

ActualidadCOMO DIGO UNA COSA, DIGO OTRA

COMO DIGO UNA COSA, DIGO OTRA

Un asiduo lector de esta columna, compañero de infancia y de estudios primarios, me invitó a reflexionar sobre las atrocidades que se cometen diariamente con nuestro idioma español. Quizás sea este el mejor espacio para ese ejercicio, una columna de opinión escrita en un periódico de circulación diaria.

Empezaré diciéndoles que la lengua que heredamos de la madre patria tiene enemigos profundos en su propio seno y que en la actualidad varias de ellas han recuperado su fuerza y valor gracias a que en los más críticos momentos de opresión se negaron a morir y se constituyeron en el símbolo por excelencia de la cultura de varias naciones que cohabitan en la península ibérica. Seis lenguas son oficiales en España: el valenciano, el aranés, el vasco (euskera), el catalán, el gallego y por supuesto el castellano al que fuera de esa patria llamamos «español». Son lenguas vernáculas que se hablan así: el gallego es la del 82,8 % de los residentes en Galicia, el catalán la del 55,5 % en Cataluña y del 42,9 % en las Islas Baleares, el valenciano del 35,2 % en la comunidad valenciana, el euskera es la lengua materna del 33,7 % de los habitantes del País Vasco y el 14,6 % de los de Navarra. El aranés es hablado solamente por 2800 nativos y el euskera es una lengua aislada que no presenta ninguna conexión con el resto de lenguas de Europa ni con cualquier otra lengua viva en el mundo.

Después de esta anecdótica introducción me voy a sumergir en las profundidades del español (castellano) que hablamos en Colombia. Quizás sea la mayor atrocidad que se comete en la actualidad aquella de reemplazar la vocal que le da género a un sustantivo por una e, o por una @. Ya no se es viejo ni vieja sino viej@ que incluye a los dos sexos. Un feminismo desenfrenado ha ocasionado este desafuero que quiere incluso eliminar todos los sustantivos que no se prestan para los dos géneros: no dicen solamente presidente o gerente sino también presidenta o gerenta. Testiga y música serían también adjetivos (o adjetivas) válidos. Un horror.

¿Y qué tal la moda de la rimbombancia? En este periódico se leyó alguna vez que «observaron al hombre tendido en el piso en medio de un lago hemático».  Parece que no es elegante hablar de «charcos de sangre». No fue un perro el que encontró la droga, sino un canino. La muerta no es una mujer sino una fémina.

O el afán de ocultar lo que se dice, que dio origen al «lunfardo», esa jerga argentina y porteña que muy pocos entienden y que se encuentra insertadada en muchos tangos que cantamos sin saber lo que decimos. El otario, la pebeta, la garúa, el linyera, el boludo, la papirusa y el piola son algunos de los casi 8000 vocablos que escuchamos a menudo y que hacen parte del diccionario de la barriada de Buenos Aires.

Los militares también hacen su aporte sobre la base de hacer incomprensible para los demás lo que se dice: «negativo el civil», «hágame un 14», «siete tres y fuera».

Y el populacho contribuye con algunas barbaridades: «¿Cuántos habemos?», almorzaremos con lo que haiga», «hay que vertir el agua en la botella», «es mejor preveer que curar».

 

Y sabías que el gentilicio de India es indio, por lo que las personas nacidas en India son indios y los restaurantes con gastronomía propia de ese país son restaurantes indios. Hindú es quien profesa la religión hinduista.

Chao. (Por cierto ésta es una palabra que usamos para decir «adiós» cuando su origen italiano significa ¸«hola»).

 

 

 

 

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