Fundado el 9 de febrero de 2020
LUIS FERNANDO CARDONA
Director Fundador

Cuento

OJO CON EL CINE

Un realizador de cine frustrado, en particular, el que nos puso a pensar en la posibilidad de escribir esta nota de hoy, y que muy probablemente es uno de los tantos que pueden ser de los mismos, repetido, calcado, un buen día vio en un teatro pequeño de su ciudad natal, en compañía de sus padres, una película que le pareció fascinante. Luego, a los pocos días, vio otra y seguidamente, durante muchos años, repitió la escena, aunque ya no con los miembros de su familia, sino con los amigos, sus novias, sus compañeros de colegio y ya muy mayor, con sus colegas con quienes trabajaba, y de pronto, se puso a pensar en qué cosas podría haber detrás, alrededor, encima, debajo, por los lados, de ese extraño y fascinante mundo.

En los periódicos se encontró con unas columnas que escribían muy reconocidos hombres de letras, sobre las películas de la cartelera y leyéndolas, descubrió que existían los Críticos de Cine, y en Revistas de farándula y chismes, comentarios más extensos y aunque más “livianos”, otros también relacionados con toda la gente que intervenía en la realización de uno y otro filme.

Inquieto, muy inquieto y deseoso de aprender más (aunque hasta este momento era muy poco lo que había aprendido), se animó a buscar libros y Revistas especializados en CINE y se encontró con la mala noticia que no existían, o que los que se podían conseguir, eran muy pocos y, además, estaban en las lenguas de los países poderosos que todo lo saben y todo lo ordenan: en inglés y francés.

Descubrió de golpe que existían “gomosos” casi que profesionales y que se reunían una vez por semana en un teatrico pequeño de su ciudad y que les hacían foros y conversatorios a las películas que cuatro jóvenes de pelo largo programaban y que llamaban Cine Club, y se volvió uno de ellos. Allí empezó por creer que era casi profesional de la interpretación cinematográfica y así lo empezaron a mirar los vecinos y la gente del común que lo veían frecuentar todas las salas de cine. Las poderosas, las nuevas, las viejas y las que tenían en su ambiente cotidiano hasta pulgas, esas que pican.

En las funciones donde se mostró como amante furibundo del séptimo arte, escaló tanto que se convirtió en el que hacía la introducción a los filmes y en quien coordinaba (moderaba) las discusiones que muchas veces llegaron a ser de muy buena calidad.

Y siguió volando.  Meses después, supimos que fue al Festival de Cine de La Habana, al de Panamá, al de Costa Rica y en el mismo Colombia, ya empezaron a conocerlo en el de Cartagena y el de Bogotá, donde se codeó con grandes estrellas del firmamento hollywoodiano, macondiano y etc. etc.….

Aprendió a escribir, sobre todo sobre cine, y se convirtió en Crítico de Cine (no tiene ese título en papel como para enmarcarlo), pero así lo reconocen en su medio y en otros medios.

Pero siempre le preguntaban lo mismo: ¿A usted no le gustaría hacer una película, sabiéndose que le gusta tanto el cine? Y él siempre contestaba y contesta igual: “El cine me interesa es para verlo, analizarlo, criticarlo y aprender muchas cosas con él. Los realizadores se estructuran para eso, yo tengo otra obsesión en mi vida”. Pero un día, y con mucho sigilo y secreto, me confesó en una reunión conmigo mismo que sí le hubiera gustado haber hecho así fuera un filminuto y haber tenido la experiencia de haberle gritado a un puñado de amigos en un set improvisado en cualquier parte: ¡¡¡LUCES, CÁMARA, ACCIÓN!!!

Un día decidió ponerles orden a sus cosas. Se inventó un Encuentro Nacional de Críticos y Periodistas de Cine en su ciudad e hizo más de veinte, creo que llegó hasta las Bodas de Plata; publicar libros con sus cuentos cortos, dibujar, escribir poemas (muchos muy malos), hacer compilaciones con las ponencias que los investigadores de cine que llevaba a su ciudad en muy elegantes libros y hasta armar una muy entretenida Galería de Arte, con la que ayudó a muchos artistas de la región, a sobrevivir con sus bonitos y modestos trabajos y creaciones pictóricos y escultóricos, y finalmente, comprometerse con un periódico virtual muy bueno que existía en el sitio donde residía, el cual llamaban (y llaman) EL OPINADERO, a escribir una columna de cine semanal, que es lo que con mucho entusiasmo, dedicación y esmero, hace, hasta nuestros días. 

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