La dinámica política en Colombia ha convertido al Congreso en un escenario donde la oposición se concentra más en bloquear que en construir.
En lugar de propiciar debates productivos, muchos de sus integrantes parecen estar empeñados en obstaculizar toda iniciativa del gobierno, abonando el terreno para el estancamiento y perjudicando a millones de ciudadanos que esperan respuestas y soluciones.
Resulta evidente que la oposición ha recurrido a prácticas que van más allá del simple disenso.
“Jugaditas”, “triquiñuelas”, “argucias” y otro tipo de tácticas cuestionables se emplean para impedir que el gobierno avance en su agenda.
Lo que prima no es el bien común, sino la defensa de intereses particulares y partidistas que frenan el progreso, el crecimiento económico y el desarrollo que el país necesita.
La democracia sin duda requiere de una sana oposición, pero no de una que se limite a cancelar cualquier propuesta.
Mayorías vinculadas a las élites tradicionales han transformado el rol legislativo en un mecanismo de obstrucción.
Proyectos que podrían beneficiar a poblaciones vulnerables se hunden sin debate; en otros casos, se sabotea el quórum para ni siquiera someterlos a consideración.
El objetivo ya no es legislar para el país, sino perpetuar el estado actual de las cosas.
Las iniciativas orientadas a modernizar los sistemas de salud, las relaciones laborales o la estructura tributaria suelen ser descartadas con argumentos frágiles y posiciones estrictamente ideológicas.
El trasfondo es claro: las élites no quieren perder sus privilegios, y la clase política tradicional teme cualquier cambio que remueva sus cimientos, ponga en jaque su hegemonía o exhiba su falta de compromiso con la realidad nacional.
El problema no solo se origina en el Legislativo.
Las altas cortes han adoptado, en ocasiones, actitudes que lindan con la interferencia política.
Ciertas decisiones judiciales generan sospechas de parcialidad, lo que erosiona la confianza de la ciudadanía en la justicia.
La politización de las instituciones judiciales confirma que la separación de poderes se ve empañada por intereses particulares.
No se critica la existencia de oposición, sino el tipo de oposición que prefiere el estancamiento a la transformación social.
Lo que se observa no es control institucional, sino un auténtico sabotaje.
Esta postura obstructiva conlleva consecuencias palpables: las oportunidades de progreso se ven limitadas.
Sin reformas, la pobreza y la desigualdad persisten, la inversión se retrae y el país proyecta una imagen de ingobernabilidad ante el mundo. Infraestructura, salud, empleo y educación quedan relegados al papel, mientras el Congreso se convierte en un teatro de maniobras mezquinas.
Organismos como la CEPAL y el BID han advertido sobre los efectos nocivos de la inestabilidad política en la economía.
La falta de acuerdos y el exceso de polarización generan incertidumbre, alejando inversiones y frenando el desarrollo.
Ante este panorama, el gobierno debe buscar salidas que, sin caer en prácticas antidemocráticas, le permitan avanzar.
Mecanismos constitucionales, como decretos legislativos o referendos, podrían servir para destrabar el camino, siempre que se empleen con prudencia y justificación.
La sociedad civil, por su parte, está llamada a actuar como contrapeso ante la mediocridad legislativa.
Los ciudadanos deben exigir resultados, demandar responsabilidad y no permitir que el país siga siendo el rehén de quienes ven en la política un negocio o una herencia.
Colombia necesita recuperar el sentido de la política como herramienta de progreso y bienestar, no como escenario de maniobras estériles.
Excelente artículo, Javier. Es el dibujo bien esbozado de nuestra realidad: un legislativo que se niega a actuar en favor del pueblo que lo elige por favorecer sólo los intereses de quienes financian sus campañas; y un Gobierno que se estrena con resultados superiores a los que pudieran esperarse en medio de una oposición irracional. El balón sigue en nuestro campo para que sepamos elegir bien a los conductores del país.
Felicitaciones Javier su artículo es una radiografía exacta de lo que pasa con una oposición que carece de propuestas para controvertir las del gobierno. Y a falta de alternativas se han dedicado a impedir que las políticas que benefician a la sociedad sean aprobadas , esa misma sociedad a la que pronto le estarán pidiendo votos. Es allí donde el constituyente primario de actuar castigando a quienes hacen política para beneficio de sus intereses particulares y la prueba es que muchos están condenados.
Bueno el artículo Javier, felicitaciones. Hay denuncias claras, da orientación, solo queda preguntarnos el ¿QUÉ HACER? una frase, una pregunta clásica, que define caminos y alienta al pueblo a organizar una gran ola en las calles, para defender la democracia y la constitucionalidad transparente progresista y por el contrario hundir el tufito reaccionario y facho del congreso y las altas cortes.
Creo que el cacareado cambio, fue corruptos ahora los que roban son de izquierda. Alguien decía que el cambio es para que todo siga igual. Se han nombrado muchos ineptos y sin experiencia en cargos vitales. La polarización es debido al discurso ofensivo y camorrero.
Felicitaciones Javier, pese a Colombia contar con excelsas plumas, nunca un artículo tan ponderado, tan digerible, tan objetivo y con tanta precisión en los argumentos expuestos.
Hace usted una radiografía de un cuerpo colegiado y de unos miembros que se alejaron completamente de lo que la Constitución ( Guía mayor ordena ).
Además plantea Usted que el Constituyente Primario debe reaccionar con tino y responsabilidad ante tales estropicios. Estar alerta es el llamado, pues esta en juego la dignidad , la seguridad propia , la de su Flia, y lo más importante su voto y la incidencia que el mismo tiene para esos objetivos.
Considero que su artículo debe pasearse por muchos medios de Comunicación.
Un abrazo , conservaré y difundire’ muy bien su maravilloso escrito.
Acertada columna, el congreso es una vergüenza, se rasgan las vestiduras en campaña electoral, pero llegan y traicionan al pueblo. A votar en conciencia, no hay otra opción