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ActualidadEl Diego o Francisco ¿cuál más cerca de Dios?

El Diego o Francisco ¿cuál más cerca de Dios?

«El mejor fue en Pereira», lágrimas, consuelos y significados 

Espejos latinoamericanos.

Por HERNANDO AYALA M. Periodista Proceso Sociedad para Todos 30DS.

En toda ciudad latinoamericana que se respete existen favelas, tamaño mega o micro, pobreza represada a escala. Las Comunas, es el nombre en territorios urbanos marginales de Colombia, donde son reclutados muchos niños, niñas y jóvenes para dañarlos. En Pereira esta realidad social, vive. Por toda Latinoamérica, un manto de tristeza, congoja, lloradera cubrió a los sectores populares donde la pasión es más fuerte por el fútbol, con el efecto Maradona desde la noticia de su muerte el miércoles 25 de noviembre del desolador 2020. Muchos centennials y millennials, no terminan de comprender cuál es «la novela” latinoamericana con un ser humano tan venido a menos en su realidad decadente. Los más duros cuestionamientos provienen de sus antagonistas políticos, ricos y poderosos, pues Maradona fue un actor político con orilla muy definida y activismo marcado por la causa popular. Él mismo vino de un entorno en pobreza social. 

Dos íconos universales de la fé latinoamericana son argentinos y futboleros, cada uno en su medida. Son únicos en su cúspide, Diego Armando Maradona, dios del fútbol siglo veinte años 80, con religión propia y Jorge Mario Bergoglio, el Papa Francisco, primer pontífice latinoamericano, su papado siglo 21, jefe del Estado Vaticano, epicentro del catolicismo mundial, sistema religioso que evangelizó al continente en la conquista y colonia, en connivencia con los poderosos durante los cinco siglos. Son dos espejos latinoamericanos, síntesis de los contrastes e inequidad omnipresente desde el muro entre Estados Unidos y México, hasta la Patagonia. 

La lloradera latinoamericana por El Diego, la dimensión mítica de Maradona, es la profunda desazón del No futuro que prevalece en la conciencia de la mayoría de jóvenes del continente donde se juega el mejor fútbol con más talento y pasión del planeta, Latinoamérica. Es que muchos de ellos han creído que este deporte de unos cuantos «midas» que cobran cifras absurdas, «un infierno de plata», es una esperanza de redención para sus vidas, sus familias, su sentido de existir.  Sí y no, les dijo el testimonio de Maradona.       

El Diego, o Francisco El Papa, cuál de los dos, significa más la fe que lleva a la felicidad con Dios, la única mano posible para vivir la pobreza latinoamericana incurable. ¿Alguien ve a Latinoamérica sobrepasar la brecha de inequidad, exclusión y pobreza que aumenta con el modelo económico de no desarrollo para la mayoría de setecientos millones de seres humanos? 

¿Cuál gambeteó más demonios? ¿Cuál más humano? ¿Cuál produjo más dinero? ¿Cuál ha hecho correr más tinta? ¿Por qué llora por Diego, Argentina? ¿Por qué endiosar a un caído mal ejemplo?  

Los malpensantes de profesión pueden albergar la convicción, de que a la hora de plañir por la ausencia de cada uno de estos dos símbolos latinoamericanos, la llorada más intensa no será por el más santo, pues su santidad lo redimió aquí entre los mortales. Los lamentos mayores son por el pecador, porque es ni más ni menos espejo nítido de la realidad social, humana, espiritual y política de un continente que pareciera predestinado a no salir de su maldición desde la invasión eurocéntrica de hace quinientos años, vivir en la inequidad, confrontación y contradicción prejuiciosa, en negación incurable de su identidad y en la lucha por parecerse a sus victimarios.

Salir adelante que llaman, para llegar a ser como los ricos de otra parte. Ser gente bien es tener buenas maneras europeas, o gringas, pordebajear y vulnerar a los de abajo, los débiles, los indios, porque en Latinoamérica hay unos más mortales y más vulnerables que la minoría que todo lo controla. Categorías de humanos y subhumanos, como el mensaje de «conquistadores» corsarios, saqueadores.   

La lloradera por Maradona es por lo que refleja su historia de dios mortal con pies mágicos de barro. Un prodigio con la fantasía del balón, el juego, que llegó a la cúspide del espectáculo con la alegría y gratitud en los corazones de quienes vibraron con su ensueño, para luego decantarse en el fracaso que significa la autodestrucción por incapacidad para controlar y administrar poder, fama, dinero, acoso y presión del negocio. El entrampamiento de la industria del espectáculo religión manejado por demonios. 

Por Francisco, el Papa, la llorada va a ser más en paz, porque su solio papal y su bonhomía, lo redimen, absuelven y santifican en vida, con suficientes mortales de su lado ante quienes sus detractores son ínfima minoría.   Latinoamérica llora con desazón, tristeza y algo de rebeldía, por el «dios pecador», la leyenda del fútbol que enamoró a sus fieles con la magia del balón en sus pies talentosos que luego fueron de “más barro que todos”, porque les hizo creer a argentinos y a muchos latinos, que una bofetada y humillación en un partido de fútbol de mundial FIFA México 86, saldaba y resarcía la humillación militar de la dictadura apabullada por los ingleses.  

Las preguntas estúpidas también tienen su origen en el asombro. ¿Cuál es la lloradera por Maradona? Pues ni más ni menos que hasta El Diego finalizó en 2020 acabando de ratificar la vulnerabilidad del ser humano. Como si fuera la gota rebozadora del año que cerró al mundo. 

En medio de la pesadumbre el epicentro de El Opinadero sirvió de escenario para el mejor gol de Maradona, según él mismo, en 1980 durante un partido amistoso entre Argentinos Juniors, su equipo y el Deportivo Pereira. Ese orgullo pereirano saltó a los medios para consolar.  La verdad latinoamericana seguirá recrudeciendo y por ello todo pretexto, como la tristeza por la vida de Maradona el peor enemigo de El Diego, será útil para llorar la predestinación Latinoamericana. 

Escrito por Hernando Ayala M Periodista Proceso Sociedad para Todos 30DS.

2 COMENTARIOS

  1. Muy buena esta aterrizara. Y más en estos momentos repletos de invierno. Llorar a un Dios de barro con tanta pasión en medio de tanto pantano, no tiene gracia.

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