Por JUAN GUILLERMO ÁNGEL MEJÍA
El entonces Departamento de Caldas debía a la Universidad Tecnológica Pereira, en 1966, 2,5 millones de pesos, un platal, tanto que era indispensable para funcionar.
Decidimos marchar a Manizales; al día siguiente, en ambiente festivo, iniciamos la larga marcha; el paisaje bajando a Chinchiná era la apoteosis del café, así que no era de extrañarse que el sindicato de la Federación de Cafeteros, nos ofreciera posada para pasar la noche.
Al día siguiente tomamos la ruta a la capital del departamento, marchábamos en una fila a la orilla de la vía donde recibíamos el saludo cordial de los viajeros, apareció, como caído del cielo, un bus, el de la Universidad, pero no llegó solo, traía: refrescos, papas cocinadas y pollo frito, maná para los caminantes.
Ya en la tarde llegamos frente a la Plaza de Toros de Manizales, allí nos esperaban compañeros de las universidades de Caldas y de La Nacional, con quienes reunimos quorum suficiente para marchar hasta la Plaza de Bolívar.
Nos sentamos enfrente a la sede del gobierno, los oradores hablaron contra lo habido y lo por haber, recuerdo la última intervención, la de Humberto de La Calle, la cual terminó invitando a que manifestáramos nuestro antiimperialismo frente al Centro Colombo Americano.
El cansancio de haber caminado sesenta kilómetros falda arriba y la certeza de que provocar un enfrentamiento con la policía no favorecía en nada lo que buscábamos, nos motivó a permanecer sentados.
Nuestra actitud resultó efectiva, el gobernador militar, el general Armando Vanegas Maldonado nos recibió en la que nos pareció una larguísima mesa, al otro extremo nos acomodamos los cinco negociadores.
El debate no fue largo, el gobernador prometió girar y nosotros aceptamos su palabra, ya de noche y en compañía de: Mario Gómez, Chucho Puñaleto, Germán Calle y tal vez de Alicate, emprendimos el regreso a casa.
Nosotros marchamos, caminamos pacíficamente y demostramos que se puede reclamar y conseguir acuerdos, siempre y cuando se tenga certeza de la razón de la marcha, los motivos de la inconformidad y por supuesto de la manera cómo deseamos que se resuelva.
Eran otros tiempos, lo de hoy es una mezcla de cosas: la inconformidad se expresa en las cuatro esquinas del mundo, los motivos abundan, pero no es explicación suficiente para lo que nos ocurre.
En nuestro caso hay: toneladas de odio, miseria injustificada y agravada por la pandemia, inmigración multitudinaria, oportunismo político, reivindicaciones reclamadas por algunos a quienes nada les falta, saqueadores, pirómanos y vándalos mezclados con marchantes pacíficos, bloqueos que han causado más muertes que las balas y las bombas Molotov, formaciones de estructura militar como las llamadas primeras filas, los escuadrones armados, un estado arruinado y finalmente el dinero que explica, en parte, la prolongación del caos.
Hoy en las calles se reemplaza con violencia y bloqueos la carencia de respaldo; una cosa es el paro voluntario de todo un país y otra bien distinta es la parálisis porque los ciudadanos pacíficos no pueden trabajar, ni ejercer las libertades constitucionales, ni desean responder con violencia a la violencia de la fuerza bruta y asesina.
Defensores de los Derechos Humanos portando pistolas de 9 mm o beodos vociferantes porque la policía les impidió mantener un inhumano bloqueo, son una muestra de cómo se utiliza una institución benemérita, para convertirla en un actor beligerante en una confrontación que produce muerte, violencia, ruina y dolor.
El dirigente que respondió, al ruego para que suspendan los bloqueos asesinos, “el paro continúa”, muestra cómo no le importa: ni la vida, ni la miseria, ni el constreñimiento a libertades democráticas, se ha ganado con creces un puesto en la “Historia Universal de la Infamia” de Borges,
Ojalá las nuevas curules, fruto de una Corte que ha decidido actuar como legislador, sean para las mujeres violadas, para las viudas y huérfanos, para los mutilados y los niños con su infancia destrozada y no refugio para más violentos disfrazados de víctimas.
Yo también recuerdo con nostalgia aquellas épocas y tiempos «que para la desgracia de nuestra Colombia nunca volverán». Nuestras marchas generalmente terminaban jugando billar con los oficiales del batallón Ayacucho en Manizales. ¡No siempre ganábamos el juego, pero crecíamos en temperancia y comprensión por los demás!. Saludo cordial para mis viejos amigos Ricardo y Juan Guillermo.
Yo estuve en esa marcha en la que todo fue civismo y alegría. Yo estaba cursando mi primer semestre. Recuerdo mucho a Mario Gómez Arbelaez, Chucho Londono , Puñaleto (QEPD), Germán Calle Esquivel, y demás. Que épocas tan distintas.
Muy buen escrito, estimado Juan Guillermo
Eran en verdad otros tiempos, no tan llenos de oportunistas lobos con piel de oveja, donde la justicia es burlada por abogados de secano, o abogados tramposos al servicio de los delincuentes, cohonestados por jueces sin ningún asomo de vergüenza, amparados bajo la mal llamada función de jueces sesgados de ejecución de penas que coligen con delincuentes amañados de la narco izquierda colombiana.