Por JUAN GUILLERMO ÁNGEL MEJÍA
La búsqueda de la verdad ha sido centro de atención de los intelectuales desde siempre, así el análisis de lo que se da por cierto, de lo que es real, está en medio de las creencias y las evidencias; científicos perseguidos y condenados por sostener “verdades” que se oponen a la fe, a la realidad descrita en los textos sagrados, abundan en la historia; la confrontación entre científicos y predicadores no es algo del pasado remoto, se repite con variaciones en su intensidad según sea del credo predominante.
Fe, según el padre Astete, es “creer lo que no vemos porque Dios lo ha revelado”, postulado inamovible que parte sin embargo de supuestos, tales como que Dios habla por la boca de intérpretes humanos quienes, por supuesto pueden, así hayan recibido directamente el mensaje, equivocarse en su trascripción; hipótesis que sostienen los positivistas cuando nos dicen que la realidad es del color de la lente a través de la cual se mire.
Parte esencial de los acuerdos de paz está en reconocer la verdad de lo que ha ocurrido en los últimos años de la violencia, misma tragedia que acompaña a los colombianos desde siempre, puesto que es cierto que nos hemos enfrentado en armas en más de veinte guerras civiles en apenas los primeros cien años de nuestra vida republicana y más recientemente en la violencia terrible de los años cincuenta, aquella entre liberales y conservadores que se expresó a través de los llamados pájaros y los chulavitas, mismo baño de sangre que se reproduce y que retoña, esta vez quizás más cruel, puesto que incorpora atrocidades como: el secuestro, los campos minados, el reclutamiento de menores y la financiación a través de delitos tan lucrativos que permite mantener a miles de combatientes y simpatizantes tanto en el campo como en las ciudades.
El paro que estamos viviendo no es ajeno a ese sino que se niega a abandonarnos, los destrozos y vandalismo, los asesinatos sin explicación que se dan en las turbas de fanáticos antes y después de un partido de futbol, cuando son financiados y apoyados en partidos políticos dejan de ser hechos puntuales y se convierten en verdaderas cruzadas que pueden durar por tiempo indefinido puesto que los combatientes disponen de lo esencial para mantenerse por fuera del trabajo.
Creamos la Comisión de la Verdad y como su director se designó a un sacerdote de cuya integridad no se puede dudar, él es representante de la fe católica que es la nuestra, pero como todo ser humano mira la realidad desde su propio lente.
Recientemente se publicó una larguísima carta dirigida a una feligrés caleña quien le hace reclamos al sacerdote sobre su postura frente a la tragedia que vive la Sultana del Valle; dada la sarta de mentiras que reproduce la red deberíamos poner en cuarentena la misiva, pero oídas anteriores declaraciones del padre encargado de escribir la historia, nos hace pensar que esa larguísima pastoral, en la cual dice repudiar la violencia y donde afirma que “sin confirmar” han muerto 50 manifestantes y solo tres policías, cuando en solo día y lugar han caído más de ellos, nos hace pensar que el director de la verdad, toma por cierto lo incierto, y lo peor, muestra, como el árbitro argentino, un sesgo inaceptable en quien no puede dejar de ser un defensor de la vida y de la verdad, “sin querer queriendo”, el escrito en muchas cuartillas, trata de justificar lo injustificable; las condiciones sociales, económicas o de incertidumbre alegadas no pueden dar la razón a lo que estamos viviendo y menos cuando esas tesis las sostiene el guardián de la verdad, verdad que ahora es relativa, como afirman los partidarios de la paz quienes ahora defienden, financian y así hacen la guerra.
Habló la bodega socialista la del bienestar y la abundancia
Usted fue un senador de la Republica, la ineficiencia de ese congreso y permitir que Colombia caíga en el neoliberalismo, la quiebra del campo y la venta del estado son las semillitas de toda esta explosión social.
Ustedes sembraron y ahora con millonarias pensiones se sientan a ver la cosecha: Cinturones de miseria, hambre, violencia y Caos.
Felicitaciones
Actualmente no se sabe a quien creerle