Por JUAN GUILLERMO ÁNGEL MEJÍA
Decía Jorge Robledo Ortiz: “Siquiera se murieron los abuelos sin presenciar el vergonzoso eclipse”; cuánta razón tenía cuando reclamaba por un pasado cuando la palabra valía, cuando el honor estaba por encima de los intereses, cuando bastaba un apretón de manos para cerrar un trato.
Hoy vivimos una lucha sin cuartel en la que todo vale: las ideologías se defienden a cualquier precio; es muy difícil encontrar: un árbitro, un juez, un político, un dirigente gremial, un empresario, un periodista imparcial, se miente, se roba, se mata, se tergiversan los acontecimientos, se pisotean los derechos, todo ello escudado en la búsqueda de una sociedad perfecta, de un hombre nuevo.
Tuve la oportunidad de estudiar en un país dominado por la Unión Soviética, allí conocí, viví y compartí con: los obreros de la fábrica en la cual hice mis prácticas, con los muchachos con quienes practiqué deportes, con las familias con las que aprendí a conocer y querer a un pueblo que luchaba por salir del sistema comunista, recuerdo a muchos que escaparon sin otra cosa que la ropa que vestían, eso me enseñó que el paraíso prometido, indefectiblemente termina en todo lo contrario de lo que mentes nobles prometen.
Recuerdo el escrito de Charles Wright. “ESCUCHA YANQUI”, en el cual describe la condición lamentable de la Cuba bajo la dictadura de Batista y los cambios estructurales que se lograrían gracias a la victoria del movimiento del 26 de julio. La Cuba de hoy es bien diferente: un gobierno unipersonal en el poder por más de sesenta años, un parlamento que sesiona quinde días al año, un partido político único, escasez de bienes y servicios, debido, de una aparte al bloqueo de los Estados Unidos el cual no pudo ser mitigado por la ayuda soviética y venezolana, pero sobre todo por la destrucción del aparato productivo; se acabó el azúcar y el bienestar, los campesinos ya no son dueños de sus productos y hay médicos para exportar, allí no todo es malo, pero el hecho es que los que se fugan son muchos y nadie regresa.
Una visita relámpago de tres días recomienda negociar con personas indeterminadas e indeterminables, puesto que actúan encapuchados, afirma encontrar evidencia de sucesos de los cuales desconoce identidades, modos de tiempo y lugar, se inventa una palabra para describir lo que Colombia y sus mismos actores denominaron como bloqueos, y los bautizó como “cortes de circulación” para evitar que: barricadas, incendios, destrucción del sistema de transporte, el saqueo y los crímenes, cayeran bajo la condición de delitos tipificados por la normatividad vigente, este es un ejemplo de cómo entidades creadas con propósitos nobles terminan al servicio de sus nominadores y se convierten en árbitros que no merecen tan alta dignidad.
El congresista que adelantó las investigaciones que condujeron a develar el llamado Cartel de la Toga, ha terminado encartado, quizás para que, al ser enjuiciado, sirva de escarmiento a quien quiera mirar al interior de la Corte Suprema; escuchamos a un alcalde anunciando el pago de recompensas a persona indeterminada por una delación que nunca existió, una alcaldesa con delirio de grandeza quien cree mandar en una república independiente, un secuestrador, culpable de sembrar minas asesinas, de secuestro y extorsión, clamando por el respeto a los derechos humanos, otros condenando a la carrera a ex militares acusados de magnicidio, en un episodio por demás oscuro, cuando nos preguntamos si se requerían decenas de duchos combatientes para asesinar a un inerme presidente de una pobrísima pseudo república caribeña, mismos acusadores que callaron cuando le dispararon al presidente de su país; afortunadamente al otro lado tenemos a muchos: Luchos Díaz, Rigos, Nairos, empresarios y trabajadores, políticos y militares, campesinos y médicos, madres y maestros batiéndose, luciendo la bandera que otros sin mérito alguno denigran, pisotean y escupen.