Por LUIS FERNANDO CARDONA
Por la época en que nació Felipe* habían bautizado así a un príncipe, y sus padres lo homenajearon dándole el mismo nombre. Cuando cumplió 40, Felipe ocupaba una buena posición en la sociedad, ganaba un sueldo decente para su condición de clase media baja y se había graduado como profesional en una universidad de prestigio. Pero el péndulo de la vida corría en su contra y las posibilidades de ascenso pronto comenzarían a agotarse. A los 40 la lucha es a otro precio. Fue reemplazado por alguien con más futuro: más joven, más preparado y, además, mujer, por lo tanto, más bella. En el mercado laboral ya no encajaba con las mínimas exigencias: “Mayor de 25, especializaciones y maestrías, experiencia comprobada y dominio de varios idiomas”, pero lo más importante: “menor de 40 años”. A regañadientes, logró repartir hojas de vida, pero nunca lo llamaron. Cuando indagaba por la causa, la respuesta era la misma: “¿Señor, ya conseguimos la persona” -Y qué pasó con mi hoja de vida? -insistía. “Lo sentimos, usted está sobre calificado”. Así pues, nuestro protagonista no tuvo más remedio que inscribirse ante la Dian en calidad de independiente y pagar de su bolsillo cada mes los gastos de seguridad social y prestaciones. Se hizo contratista. No tiene derecho a vacaciones, ni primas de navidad o mitad de año, y mucho menos sabe lo que significan las bonificaciones. Su única esperanza son las elecciones. Contrariando sus escrúpulos, cada campaña se enrola en el voluntariado de algún candidato y se hace notar para ser tenido en cuenta con un contrato de prestación de servicios en caso de salir ganadores. Sus años transcurren en un carrusel de incertidumbres, confiando en que la siguiente campaña sí va a salir triunfante y le darán un contrato de mejor cuantía, para que pueda asegurarse un retiro digno. Llegados los 62 años de edad y las 1.300 semanas cotizadas a un Fondo de Pensiones culmina la vida productiva de Felipe. No recibirá una liquidación con jugosas cesantías y, si acaso tiene suerte, recibirá oportunamente su pensión de jubilación ganando algo más de un salario mínimo mensual. Pero su historia no termina aquí. A pocos meses de haberse jubilado Felipe recibirá cartas y llamadas de su EPS cobrándole una cartera morosa de tres o cuatro meses que le corresponde pagar al Fondo de Pensiones, no a él, pero que -según los tales abogados- usted les adeuda por no haberles notificado su retiro. Así que Felipe, ahora tendrá que dedicar su tiempo y energías en defenderse de una deuda injusta, porque las Entidades Prestadoras de Salud no llevan bien su contabilidad o le han vendido su cartera a un tercero. Y ahora, además de pobre y pensionado, Felipe es extorsionado para que pague lo que no debe, en medio de la indiferencia de la Supersalud, que no vigila lo que hacen las EPS con los dineros de sus afiliados, ni siquiera cuando estos ya lo entregaron todo a la sociedad.
Felipe* Nombre ficticio. El protagonista de este relato prefirió mantenerse en el anonimato, como les sucede a miles de colombianos que padecen situación similar.
Señor Columnista: muestra su escrito l el evidente panorama de la mayoría de los colombianos:, tener en Colombia algunas características de persona que trabaja con honestidad, con el cumplimiento del deber.
En Colombia es una amenaza el trabajador o profesional que tenga mas de un grado de temperatura.
Es una amenaza cualificarse si se es mayor de 30 años, a no ser que haya estudiado en el Gimnasio Moderno en Bogotá, o en la Universidad Sergioí Arboleda., o ser una persona que venda con facilidad su alma al diablo , ( político corrupto) .
Es una amenaza ser contradictorio del sistema..
El colombiano común para impuestos, el colombiano corrupto acumula riqueza y su declaración de renta, es cero, o le quedan dineros a favor.
La desigualdad social es aberrante.
Se le olvida a usted anotar, que a cada contrato hay que sacarle pólizas y afiliarse a la ARL. Asumir los impuestos de rete fuente y estampillas sobre el valor del contrato, y cada mes, pagar anticipadamente la salud y la pensión sobre el 40% del monto contratado, para que puedan pagarle. Así las cosas, un contrato de 2 millones mensuales, puede quedar en mucho menos de 1 millón y medio. Con todo y eso, los contratistas son tratados como lo peor. Algo más, si usted es especialista, guarde el diploma. No le pagarán como tal. Y si es magister, eso sí que ni lo sueñe.
Totalmente de acuerdo, mil gracias por su aporte