A pocos días de terminar el año las administraciones municipales de todo el país comienzan a hacer un balance de la gestión y los avances que han tenido con respecto a la ejecución de su plan de desarrollo, ya que la cuenta regresiva y el reloj corre en su contra, donde muchos alcaldes que se encuentran en deuda con lo que prometieron al electorado, comienzan a orar desesperadamente pidiéndole al divino que los ayude con los proyectos quedados por falta de planificación que no fueron agilizados en los primeros años, en pocas palabras les toca habilitar. La administración de Pereira no es ajena, de los 17 proyectos estratégicos prometidos en el plan de desarrollo, solo se pueden rescatar algunos a medias como el Sisben para perros y gatos, granja para habitante de calle y la compra de algunas cámaras de seguridad, dejando la claridad que todavía les falta mucho en materia de integralidad para llevarlas al nivel de inteligencia en materia de seguridad que requiere la ciudad. De resto los proyectos más importantes como la Ptar, la avenida de los colibríes y el malecón del rio Otún, naufragan desesperadamente en medio de un mar de errores, especialmente de planificación que posiblemente los lleve al hundimiento o a una muy baja ejecución. Indudablemente al capitán de este barco, le faltó mucha agilidad y empatía, no solo con la ciudad sino con su equipo para tripular la nave, carente de sinergia y motivación con su equipo de marinos para sacar los grandes proyectos de ciudad. El último año es el más complicado en materia de ejecución, ya se viene ley de garantías y las trabas e intereses que trae un año electoral. El último año es para cortar la cinta, pero esto se ve muy lejos, ni siquiera en el horizonte se avizora. La clave para la entrega de obras, es la planificación y estructuración del primer año, lo que no se haga, muy difícilmente tendrá dirección de alineación Barlovento para alcanzar el destino y el rumbo trazado. Indudablemente la pandemia fue un gran obstáculo, sin embargo este primer año fue trascendental y debería haber sido aprovechado para la planificación y la gestión predial, donde las alcaldías que hicieron la tarea verán los frutos en el próximo año. Sin embargo un gran obstáculo que el alcalde no ha querido reconocer ya que se le ha devuelto como un gran boomerang es la falta de recursos por concepto de valorización para la construcción de grandes obras, por eso ciudades como Medellín, Manizales y Bucaramanga nos llevan la delantera, especialmente en obras de infraestructura vial. Satanizar la valorización en los años 2014 y 15, por parte del alcalde actual fue un gran error y ahora le pasa cuenta de cobro. El presupuesto 2023 a pesar de ser superior al billón de pesos se encuentra muy limitado y el mayor porcentaje se lo llevan los recursos de destinación específica para salud, educación y los gastos generales de personal y funcionamiento. Los supuestos recursos que se van para programas de inversión en su mayoría terminan siendo aplicados a la contratación de prestación de servicios, limitándose mucho la realidad en inversión que llegan a las comunidades. Es muy irresponsable la deuda de vigencias futuras aprobada por el Concejo municipal de más de 155 mil millones donde se encuentran recursos para la construcción de la segundo fase de la avenida de los colibríes donde ni siquiera la primera fase supera un 35% de ejecución, ¿cuál es el objetivo de tal apropiación?, ¿Por qué el afán de premiar con más servicio a la deuda por parte de los concejales a tan baja ejecución física en obras?, dejamos constancia con esta columna que por decisiones irresponsables se puede dejar en un muy mal estado las finanzas de la hacienda pública para futuras vigencias, o acaso la prioridad es dejar contratos amarrados para la administración saliente?.