Por GERMÁN A. OSSA E.
Acaba de terminar el Festival Internacional del Cine ibero latinoamericano de La Habana y a decir verdad, debemos repetirlo, es para nosotros el mejor festival de cine que se hace en nuestra América Latina, así existan otros de más edad, tanto por su organización como por su programación y por los eventos que paralelamente a la exhibición de películas (de muy alto nivel) que allí se proyectan.
Dentro del mismo, se hizo la inauguración en La Habana, en el Barrio San Isidro, de una casa muy especial, dedicada al cine y sobre todo, a la memoria de uno de los más grandes cinematografistas que haya dado Cuba en toda su historia: Tomás Gutiérrez Alea (Titón), a quien tuvimos la oportunidad de estrecharle la mano, cuando se había metido en la Academia de los premios Óscar, por su magnífica cinta «Fresa y Chocolate».
Esa Casa, una especie de Casa de la Cultura…Cinematográfica, con miles de documentos, textos, obras, documentales, películas, material de archivo en video, cinta, audio, bibliográfico y fotográfico, de decenas de películas que tienen estrecha relación con la huella que dejó este cineasta para bien de la cinematografía latinoamericana y universal.
Este pianista (porque era un extraordinario pianista), quien tenía en muchas oportunidades injerencia en las bandas sonoras de sus películas, fue además un excelso teórico de la crítica y la apreciación cinematográfica, pues su texto «Dialéctica del Espectador», es un material de obligatorio estudio de todos aquellos que nos dedicamos a la investigación de lo que es y significa el cine en todos los continentes y en todas sus acepciones.
Creó junto con Julio García Espinosa, con quien estudió cine en Roma, la escuela del NUEVO CINE LATINOAMERICANO, esa Escuela que también se llamó Cine Libre o Cine Imperfecto, porque tenía como propósito fundamental ser más propositivo, de denuncia, de confrontación, de denuncia y de amor a la libertad y a la justicia, que ser un cine gomelo, edulcorado, tipo Hollywood, solo para entretener un domingo en funciones de matinal.
Dos cintas suyas son y serán para siempre, ejemplo de verdadero cine nuestro, latinoamericano: «Memorias del subdessarrollo», que fue considerada por la crítica de nuestro continente como la mejor de nuestro territorio en los primeros cien años de historia y además, el director de la película «Fresa y chocolate», que casi le permite traerse el Óscar de la Academia de Hollywood el año de su realización.
Los estudiosos, curiosos, amantes del cine, la crítica, la música, la literatura y el arte en general, podrán encontrar allí en esa hermosa Casa Museo, documentación sobre todo su cine y ver además cintas hermosas y valiosas suyas como «Las 12 sillas», «Muerte de un burócrata», «La última Cena», «De cierta manera», «Los sobrevivientes», «Cartas del parque» y «Guantanamera», además de sus dos joyas «Fresa y Chocolate» y «Memorias del Subdesarrollo».
Qué bueno que en nuestro país se hiciera lo mismo con algunas joyas artísticas que han dejado de existir y de las que solo nos conforman sus recuerdos.
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Nota al margen: Recuerdo una parte que me impresionó de su libro «Dialéctica del Espectador» en la que relata la anécdota de un espectador en una exposición de arte en la China. El espectador se asombró tanto de su perfección que empezó a sentir el viento, el movimiento de las hojas de sus árboles, el ruido noble de las aguas de sus ríos, las conversaciones de los peces adentro de los mismos, que se fue metiendo en él, en ese paisaje soleado, hasta que se fue perdiendo en el horizonte….
Eso pasa con los críticos, los analistas, los estudiosos del arte, que se meten tanto en su cuento, que se alejan (nos alejamos) de esta realidad que simplemente…nos asusta.