Por: DANILO GÓMEZ HERRERA
Pregonero de tu historia
Fue absolutamente conmovedor el relato, a manera de desahogo, de la boxeadora Jenny Marcela Arias tras su eliminación de los Juegos Olímpicos en Tokio. “Lo que más me duele es que no podré pagarle la cirugía a mi papá para que pueda caminar de nuevo”, señaló la pugilista. Pero Jenny no pasó inadvertida por Japón porque ganó una pelea y con ello el diploma olímpico.
Cada que vemos esa máquina de lanzar golpes, ese ímpetu por terminar rápido el combate y esa furia desatada de sus impactos, no sospechamos la película que está pasando por la cabeza de Jenny Marcela Arias. ¿Está pegando con rabia? Nos preguntamos. Pero hablando con personas cercanas a ella entendemos los motivos. Lo hace por amor. El mismo amor que la llevó al coliseo menor de Pereira invitada por Maribel su hermana mayor. Y podríamos denominarla como la puerta de la esperanza, la que está ubicada en el escenario por la calle 19 y que da acceso al gimnasio de Boxeo.
Sí señores, amor por sí misma, para salir del túnel de las drogas. Ese infierno que la llevó a besar la lona. El mismo que mantuvo contenido en silencio, y que la atormentaba porque no quería contarlo, hasta que su psicóloga le aconsejó soltarlo para mostrar su drama como superación y ejemplo de vida.
Allí se presentaron con mucha curiosidad las hermanas Arias Castañeda en 2008 buscando un escape a la tragedia que ya vivía la hoy boxeadora olímpica Jenny Marcela Arias. Las recibió el instructor Jud Franklin Granada a quien le explicaron la situación. El profesor se propuso desintoxicarla, le programó unos ejercicios y la invitó a golpear la pera. En medio de la firme intención de ayudarla, Maribel había encontrado la puerta indicada para que su hermana dejara el consumo y entrara por la puerta de salvación que es el deporte.
Esa película que rondaba por la mente de Jenny Marcela podría acomodarse a la letra de una conocida canción del salsero Rubén Blades…”Cuánto control y cuánto amor tiene que haber en una casa, mucho control y mucho amor para enfrentar a la desgracia…” / “Por más que creas que tu amor es causa perdida… ten la seguridad de que ellos te quieren, y que ese cariño dura toda la vida. Amor y control. ”/
Ciertamente Jenny Marcela parecía una causa perdida. Fueron muchos los regaños en casa, hubo ofuscación por parte de sus padres, pero nunca rabia, ni odio, u otra sensación; por el contrario, hubo comprensión, cariño… Hubo “amor y control”. No se puede ver de otra manera, porque el amor propio fue el que la llevó a aceptar la invitación de Maribel.
Necesitaba salvarse a sí misma, cortar con esa racha prendida al vicio que le causaba dolor y sufrimiento a su familia. Era el amor por su pequeño hijo Camilo, para que tuviera un mejor ejemplo en su crecimiento, era ese amor por sus hermanos y por sus padres Luis Alberto Arias y Floralba Castañeda quienes nunca la rechazaron.
La puerta de la salvación.
El colega Henry Carvajal Castro, quien ha sido creador de frases maravillosas que se han convertido en sentencias para la ciudad, como aquella de…”sigue Pereira sin canchas y, Pereira es una ciudad de primera categoría con dirigentes apenas de tercera”, también tenía en sus programas radiales una expresión que siempre me gustó, señalando algo así como…”el coliseo menor, la colmenita”; y cuánta razón ha tenido el orgulloso hijo del Barrio Cuba. Eso es el mítico escenario de la calle 19 con carrera 4ª, una colmena de campeones, una colmena de dulces sueños deportivos
¿Cuántos títulos nacionales e internacionales han surgido del mencionado escenario? Son muchos, comandados por dos Grandes Maestros de Ajedrez como Alonso Zapata y Alder Escobar. Allí se formaron estos dos gigantes del deporte ciencia. ¿Y qué decir de la lucha olímpica?. Cuántos niños le arrebató a la droga y el delito el profesor Aldemar Jaramillo? Este recordado instructor de la década de 1980 convirtió la colchoneta en fábrica de campeones, con muchos pequeños que encontraron esa puerta de salvación ingresando al coliseo menor, la colmenita.
También hay otros ejemplos de éxito en el deporte de las narices chatas, en los tiempos de los entrenadores Héctor Sarria y Ernesto Ruíz, los formadores y antecesores del hoy preparador Jud Franklin Granada quien también fue campeón nacional y mundial.
El voleibol con títulos nacionales, el Judo con la internacional Yajaira López y el tenis de mesa con logros nacionales, todos con asiento en el coliseo menor, le brindaron alegrías a Risaralda.
Queda claro entonces que para Jenny Marcela Arias también se abrió la puerta de la esperanza, la misma de acceso al gimnasio de boxeo en el coliseo menor por la calle 19, allí donde el periodista y abogado Óscar Alzate me presentó a la pugilista en el año 2014 cuando ella venía de ganar medalla para Colombia en unos Juegos Bolivarianos y requería de ayuda en su proceso deportivo.
Recuerdo que le hice un reportaje y mi colega realizó los contactos con la secretaría departamental de deportes para que recibiera un apoyo concreto.
Desde 2015 hasta hoy, Jenny Marcela Arias paseó su capacidad como boxeadora por certámenes que hacen parte del ciclo olímpico, y que la llevaron hasta Tokio donde le contó a Colombia el profundo amor que tiene por su familia. Las lágrimas que rodaron por sus mejillas al bajar del cuadrilátero porque no podía pagar una cirugía para su progenitor, ese viejo querido quien siempre le brindó amor y control. Claro que hubo regaños, porque amor no quita conocimiento, pero nunca le negó su techo, en los días más oscuros para esta familia desplazada del Valle del Cauca por la violencia, así como lo relata la canción de Blades…
“Y por más drogas que uses, y por más que nos abuses, la familia y yo tenemos que atenderte”. Jenny Marcela Arias parecía una causa perdida, pero el amor de su familia, su tenacidad para corregir el camino, y la puerta de la esperanza, en la calle 19, la del coliseo menor, la colmenita, le permitieron salvarse y hacer visible su transformación humana gracias al boxeo.
Respetado Columnista:
» Puños de Amor» que belleza de expresión.
Triste realidad, el deporte un escape a la pobreza, a la drogadicción, Y no una política de estado en la que los niños y jóvenes encuentren en el Deporte una profesión que sea su formación, realización y forma de vida.
Deportistas: con puños, piernas, brazos, espacios familiares llenos de hambre, de miseria.