Por JESÚS ALBEIRO ZULUAGA LÓPEZ.
“A Santa Rosa o al charco” fue el decir, como buen caminante, de Pachito Zuluaga, mi abuelo, hijo de Antonio Zuluaga, de quien se conservó la brillante tradición. “A Santa Rosa o al charco”, cuando vendió sus tierras en un pueblito cerquita a Manzanares: Filadelfia. Y se vino con Margarita Gómez, su esposa, y con mi padre el Jibarito, con 20 años y boina recién comprada y sus demás hijos a continuar la estirpe del Zuluaga. Campesino, en la ciudad.
Y al final la excursión no fue al charco. Mi abuelo, peatón hasta la muerte, se caminó Santa Rosa de sur a norte, viviendo en ambos extremos, y sus hijos la conocieron. Uno de ellos, mi padre, que en su niñez temprana le robó un trago de aguardiente amarillo con ajo (antídoto para todos los males) al abuelo Antonio, continuó consumiendo aquel ardiente almíbar de anís, la ambrosía caldense, el líquido amarillo del poeta cabalista que adoptaba mi padre por su abuelo sin saber que unos años más tarde nacerían otros poetas cabalistas que se enteraron de la poesía junto con la tradición y también lo harían suyo.
A esa edad, en la candidez de la juventud y el origen de la experiencia, mi padre, con un cuaderno en una mano y media de amarillo en la otra, se integraba a la sociedad tesonera de los tertulianos santarrosanos que rodeaban el parque, siempre con algo de ofrecer: un poema a una dama, una historia a un amigo o un trago a la garganta.
Así, entre amarillo y amarillo fue ebanista, cantinero, político, veedor, compositor y padre y se convirtió en el personaje vivo que hoy muchos conocen.
Así, entre amarillo y amarillo, luego, en el siglo siguiente, sucediendo la generación caballerezca de la poesía santarrosana, nace quien escribe, quien hoy narra lo que camina y camina lo que cuenta haciendo un verso de cada paso, convirtiendo andanzas entre estrofas, entre amarillo y amarillo, evitando el bus urbano. Así, pasé de ser goterero de la leche a ser el goterero que nadie podría despreciar, también a los 5 años por vez primera, y de allí en adelante desprendido del amarillo y de las letras, leyendo La Voz del Pueblo y haciendo planas escolares de caligrafía, contando historias imaginadas, entre amarillo y amarillo casero y familiar.
Un drama y un Julio Jaramillo, una nota y un Olimpo Cárdenas, una película y un Vicente Fernández, Pedro Infante, Daniel Santos y toda una coleta músicos, Serrat y un poema, Sabines y un peatón, Whitman y Hojas de Hierba, lectura y creatividad: Literatura. Así, entre amarillo y amarillo, el primero al abuelo Antonio y el segundo a mi padre: tradición.
Literatura y tradición
de calidad refulgente
que retiene la pasión,
la calidez de mi gente.
Deme un amarillo verso;
un verso y un amarillo,
que no vaya a ser inverso:
va primero el estribillo…
Y el amarillo después.
No me voy “de culos pal estanco”, desbocado el estanco de culos viene hacia mí, como la sirena.
Un brillante escrito.
La vida traducida en palabras de afecto, de gratitud.
Así es, es muy grato recordar.
Un caluroso saludo.
Hermoso relato de varias generaciones y de cómo se van siguiendo tradiciones tan lindas como la poesía, muy orgullosa de ti Jesús albeiro jóvenes talentos como tú son los que pueden cambiar muchas cosas en el mundo en que vivimos, sigue siendo ese hombre que hace que la poesía siga viva.
La esperanza de cambiar el mundo es la que nos mueve a actuar, muchas gracias por tu comentario, tía.