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CulturaLa balada

La balada

Por ERNESTO ZULUAGA RAMÍREZ

El género musical que los latinos denominamos «balada» es realmente muy complejo. Muchos estudiosos de la música contemporánea han intentado sin éxito precisar sus alcances, descubrir sus matices comunes, divagar por sus orígenes y hasta encasillarla dentro de exigentes criterios académicos mientras que algunos otros han pretendido también conectarla inútilmente con el canto cortesano de la edad media o con expresiones musicales del siglo XIX que llevan el mismo nombre. Han sido, con el debido respeto por sus autores, emotivos ejercicios para intentar concederle a la balada una aristocracia o talvez algunos abolengos que ella no tiene. La verdad verdadera (como diría algún fanático pueblerino) es que la balada es nueva y popular. Nueva porque nace apenas a mediados del siglo pasado y popular porque es el resultado de una rebelión generalizada contra el rock, el jazz, el bolero, el tango y las demás expresiones musicales ilustradas que dominaban en aquel entonces el entorno melódico del mundo occidental.

Tampoco puede afirmarse que la balada tenga una cuna geográfica definida porque surge de manera casi simultánea —en los años sesenta— en los Estados Unidos y en varios países latinoamericanos. En Norteamérica para enfrentar a los dos primeros géneros mencionados y en Centro y Suramérica para desafiar el languidecimiento de los otros dos. La revolución sexual y los afanes renovadores de los jóvenes de aquel entonces contribuyeron a que la balada tomara forma. Todos coincidieron en llamar así a aquellos temas que eran lentos y que tenían temáticas románticas. Elvis Presley, Paul Anka y Frank Sinatra fueron quizás los principales precursores en el idioma inglés mientras que Raphael, Sandro y Julio Iglesias lo hacían en español. El mundo entero se sometió y países europeos como Italia, Inglaterra, Francia y Grecia la adoptaron como suya. Surgieron entonces Nicola di Bari, Doménico Modugno, Matt Monro, Gilbert Becaud, Charles Aznavour, Demis Roussos y muchos más. Los festivales de San Remo, Univisión y Viña del Mar se convirtieron en los principales escenarios donde la balada adquirió status, acaparó todas las miradas y reinó en el mundo musical. Mientras tanto Latinoamérica hervía con Roberto Carlos, José José, Camilo Sesto, Leonardo Favio, Leo Dan y tantos otros que acompañaron nuestros desvelos juveniles.

En el mes del amor, sin erudición concerniente distinta de aquella que me brinda una vida llena de permanentes conexiones entre mis vivencias y la música misma y sin más equipaje que una valija llena de canciones que descubrí y aprendí en cada cita romántica y en cada encuentro con el amor me atrevo a incursionar en estas divagaciones sobre la balada, a la que considero uno de los géneros musicales más encantadores e importantes en los últimos sesenta años. Algunos avezados, como mi coterráneo Edison Marulanda Peña, querrán «jalarme» las orejas y me facilitaré para eso porque será entonces otra deliciosa oportunidad para «musicar» con ellos, contertulios de siempre.

Pertenezco a una generación que se enamoró con la música, que descubrió en la letra de una canción el «piropo» preciso con el que pudimos atrevernos a insinuar un sentimiento, que supo encontrar en una serenata el más bello camino para declarar nuestros afanes amorosos aunque fuese casi siempre en entornos de noches alicoradas; soy de una estirpe que nació, creció, vivió y amó con la balada. Cualquier evocación que intento, bien sea temporal o anecdótica, trae a mi memoria alguna de aquellas canciones o alguno de sus extraordinarios exponentes. Deshacer los pasos, en el umbral de mi existencia, seguramente será un maravilloso viaje en el que seré de nuevo un errante vagabundo entre melodías que se insertaron para siempre en aquel rincón que llamamos alma.

2 COMENTARIOS

  1. La sensibilidad que genera la música en nuestras almas se percibe a la distancia y las baladas y boleros, son terapia, alimento espiritual.

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