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ActualidadLa hoguera

La hoguera

Por LUIS GARCÍA QUIROGA

Tengo la paradójica convicción de que en medio de este espantoso miedo al incendio nacional que se cierne sobre nosotros, lo que nos hace falta es prender muchas hogueras. No me refiero a las hogueras de la inquisición ni a las incendiarias que atizan las inútiles polémicas ideológicas.

Sin sesgos de pirómano, me gusta la palabra hoguera. El mundo allá afuera y nosotros aquí en Pereira, deberíamos estar todos alrededor de una hoguera porque hemos olvidado que, a pesar de nuestros prejuicios y diferencias, en nuestra lectura genética, todos llevamos el rastro cavernícola de una hoguera que en nuestro rededor arde por alguna razón, por alguna causa.

Como sociedad, necesitamos escapar del horror de los nubarrones pasionales que amenazan nuestras vidas y el futuro de nuestros hijos. Porque si como adultos no queremos luz para nosotros, deberíamos quererla para ellos.

Servicio a la ciudadanía

Las hogueras que debemos prender en nuestros entornos no son como la muerte, que a la manera existencialista de Sartre, se entiende como el final de la vida. Encender una hoguera en nuestros corazones, en nuestras familias, en las empresas, incluso en el trancón, es como sentir que la vida se enciende con luces más altruistas y esperanzadoras.

Muchas veces sin darnos cuenta, cuando estamos con amigos o en familia al calor de un tinto, un almuerzo o unas cervezas, estamos realmente disfrutando de una hoguera cálida, viva y tierna.

Una noche de julio de 2010 en Corona California, invitado por la familia Muriel, fuimos a un restobar y nunca olvido el estupendo ambiente de jóvenes compartiendo en barras redondas, en cuyo centro alimentadas por gas, tenían hogueras generadoras de fraternidad, cercanía y encuentro. 

Fue por ello que, cuando hace algún tiempo mi amigo el ingeniero y comentarista deportivo Guillermo Gómez Flórez, puso en el chat un texto que elogiaba el concepto de hoguera como origen semántico de hogar y calor humano, sin pensarlo dos veces cambié el nombre del chat que hasta entonces tenía mis apellidos, seguramente rindiendo culto a la hoguera de las vanidades que todos avivamos.

La Hoguera es un chat donde un grupo de amigos, lejos de las notas desapacibles, polémicas insulsas y a veces pugnaces, mejor compartimos ideas, temas y pendejadas. Como en cualquier chat, en La Hoguera hay de todo, pero hay respeto y tolerancia por las ideas y los sentimientos ajenos. La foto icónica del chat es el número 9 para quien está de un lado y un 6 para quien está del otro lado. Irónicamente ambos ven y comparten lo mismo, en el mismo momento y el mismo espacio.

En esa otredad, (reconocimiento de la individualidad del otro) desde los cazadores y recolectores primitivos hasta nuestros días, existe el otro con quien nos sentamos junto a la hoguera para alejar el frío del odio, la gélida indiferencia social, las miradas glaciales de los poderosos y sus heladas políticas que nos congelan de horror.

Por supuesto que también en la otredad no se puede negar la existencia de la maldad, el odio y la crueldad, hoguera de quienes por codicia, prepotencia, abuso del poder, ignorancia o estupidez terminan incendiando y matando lo que dicen querer.

Si entender nos da sabiduría, deberíamos saber que ese otro que no queremos ser, que no nos gusta, si no es víctima de su propio veneno, no será vencido en la confrontación sino en la cercanía, en la dialéctica, en la tolerancia y en el calor coloquial de la hoguera, en su sentido prístino.

Olvidamos que todos los conflictos terminan en la mesa. Es la victoria de la hoguera.

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