Por LUIS GARCÍA QUIROGA
Si un político o gobernante se considerara inteligentemente honesto consigo mismo y con los demás, nunca debería hablar ni siquiera mencionar la palabra transparencia como acto y actitud de honestidad, honradez e integridad ética y moral.
La política en sí misma no es buena ni mala, es un modelo social producto del imaginario para hacer posible la convivencia y el gobierno de la sociedad. Y en ese contexto, toda la vida ha habido y habrá políticos buenos y malos, siendo estos últimos los que, con su comportamiento, han estigmatizado y satanizado la historia de la política.
La tarde del pasado sábado durante una larga visita a una entrañable amiga que está pasando momentos muy complejos e injustos, siendo ella una gran mujer y una valiosa intelectual, terminamos hablando de la política y los políticos pero a la luz de Borges, Vargas Llosa y de Guy Debord y su Sociedad del espectáculo, el famoso libro premonitorio del mayo del 68, cuya actualidad, más de medio siglo después, es evidencia palmaria.
Esa tarde, cuando caía la noche tuve una revelación porque, amante como soy de la exuberancia de los guaduales, desde el interior de su casa a través de un gran ventanal se aprecia la enorme y fina hierba guadual, tan alta como un bosque de samanes.
Y al argumentar mi teoría según la cual la transparencia es una trampa política para mostrar sólo lo que los políticos quieren que los ciudadanos vean, quise usar como ejemplo el guadual al otro lado de la vidriera, pero el manto oscuro de la noche no lo permitió. Porque ya no había luz, ya no había transparencia.
No hay transparencia sin luz. Y ahora veo que los guaduales crecen porque buscan la luz y en su acerada fortaleza se inclinan humildes porque sienten cumplida su misión de mejorar y sostener el ecosistema, algo escaso en los políticos que solo dejan la percepción de que son ellos los que en las sombras, crecen y mejoran.
Pueden publicar indicadores de transparencia. Hacer campañas como La urna de cristal, y al final aparecerán los escándalos de corrupción de Odebretch y todos sus hermanastros nacionales y locales, tal como se aprecia en la entrevista del Contralor Felipe Córdoba en El Tiempo ayer domingo, cuando revela: “Para que la opinión se haga una idea clara sobre la dimensión de ese lastre social: Además de los 23,1 billones que encontramos refundidos entre obras inconclusas y elefantes blancos, dinero que nos serviría para financiar siete veces el Plan Nacional de Vacunación”.
Y sobre la plata de las regalías dice Córdoba: “Hay un gigantesco hueco que buscamos cerrar. Hoy tenemos en curso 1.041 procesos de responsabilidad fiscal por el mal uso de $2,5 billones de regalías. Casi en un 80 por ciento de la plata sepultada en los cementerios de elefantes blancos corresponde a recursos de ese tipo”.
Así es la transparencia en la política. Y así ha sido y seguirá siendo como bien lo señalaba Borges en 1981 en el ocaso de su vida en entrevista con Vargas Llosa -cuyo libro se anuncia- y en el cual el nobel peruano le pregunta al noble escritor argentino si había sentido admiración por algún político.
Dijo Borges: “Yo no sé si uno puede admirar a políticos, personas que se dedican a estar de acuerdo, a sobornar, a sonreir, a hacerse retratar y, discúlpenme ustedes, a ser populares…”
Cuarenta años después, la respuesta de Borges sigue siendo una disección del cadáver insepulto de los malos políticos en un mundo cada vez más informado y acumulado en experiencias negativas y sospechosas que invitan a la desconfianza o cuando menos al escepticismo en todas las esferas sociales, hecho que ahora hace presentir un cambio en el chip de los electores hacia las próximas elecciones nacionales y regionales.
Nada parece indicar que los políticos quieran cambiar su comportamiento. pero si ellos no cambian, los ciudadanos los cambiarán, porque la luz vale más que la tal transparencia y la frustración y la incertidumbre están hoy, como pocas veces antes en nuestra historia, en la almendra de la política mejor informada.
Y eso tiene sus consecuencias, incluso, superando el poder del dinero, casi siempre tan oscuro en la política.
Excelente Luis, pero lamentablemente cuando los políticos y gobernantes se llenan de dinero del pueblo, la ‘justicia’ ha permanecido en la complce oscuridad .
Excelente columna. En mi caso votaré por listas alternativas al Congreso y a presidente alguien muy diferente a los que se han robado el país