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LUIS FERNANDO CARDONA
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ActualidadLa vida futura

La vida futura

Desde que el hombre es hombre, ha tenido la intuición de que la vida, de alguna manera, no termina con la muerte. Los más antiguos testimonios arqueológicos de la humanidad son precisamente las tumbas, en las cuales podemos descubrir la idea que las diferentes culturas tenían del más allá.

Del mismo modo, el hombre siempre ha intentado de mil maneras, entrar en contacto con los difuntos. Diversas clases de espiritismo, apariciones, fantasmas, ánimas en pena, han sido un vano y supersticioso intento de trasponer los dinteles de la muerte y saber algo del más allá.

La realidad es que nuestros esfuerzos por investigar lo que sucede después de la muerte son por demás frustrantes. Podemos decir que todo queda en especulaciones, algunas totalmente equivocadas o fraudulentas, que no explican nada ni consuelan a nadie. No sabemos prácticamente nada.

Toda la Sagrada Escritura nos enseña, pero especialmente el Nuevo Testamento nos descubre el sentido de la vida y de la muerte y nos hace atisbar lo que Dios tiene preparado para nosotros en la eternidad.

En Corinto, una importante ciudad de la antigua Grecia surgió una comunidad cristiana, compuesta en su mayoría por judíos inmigrantes y algunos otros venidos de la gentilidad. Pero ocurría en Corinto que la muerte realizaba también su acostumbrada tarea. Por las enfermedades, la violencia, la persecución que sufrían los seguidores de Cristo. Y el apóstol, seguramente a petición de sus fieles, abordó un día el tema de la vida futura.

Lo hizo mediante una comparación muy comprensible a los judíos, quienes durante muchos años peregrinaron por el desierto: “Mi padre era un arameo errante”, confesaba cada israelita al ofrecer a Dios las primicias de su cosecha. En esos tiempos la gente se movilizaba llevando a cuestas su tienda, bajo la cual acampaban por las noches. Las había fabricadas en cuero, o también de tela fuerte que resistiera el sol y las lluvias.

El apóstol entonces escribía: “Nosotros sabemos que si esta tienda de campaña, nuestra morada terrenal, se destruye, adquirimos una casa permanente en el cielo, no fabricada por el hombre, sino por Dios. Así pues, nos sentimos seguros, porque caminamos en la fe”. Por lo tanto, la fe en Cristo nos enseña que, al morir, cambiamos de habitación. Renunciamos a esta morada deleznable y precaria, para adquirir una morada segura “no fabricada por mano de hombre”.

Padre Pacho

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