Las nuevas generaciones (los menores de 40 años) no saben quién es Leo Dan. Pero quienes estamos rondando los setenta abriles no solamente le conocemos, sino que lo llevamos indeleblemente atado al libro de nuestra historia. El lunes 3 de junio de 1963, cuando yo tenía apenas ocho años de edad, escuché en la radio la canción «Fanny» que por muchos años creí equivocadamente que tenía por título «Jamás podré olvidar». Quedé cautivado. Algo sentí en cada fibra de mi ser y fue quizás allí, en aquel momento, cuando sentí que tenía fiebre musical, una dolencia, quizás atávica, que me ha acompañado por siempre.
Debo confesar que aquella fecha no la guardo en mi memoria, pero es exacta porque recuerdo que la canción sonó en la radio hacia las tres de la tarde después de que se difundiera la noticia de la muerte del papa Juan XXIII, un acontecimiento que causó gran conmoción en mi hogar de profunda raigambre católica. Yo quedé doblemente impactado. No entendía bien lo del pontífice, pero debía ser algo grave por los efectos que percibí en mi madre y en el resto de la familia. Mi alma se quedó con Leo Dan, ese gigante de la canción que no tardó en convertirse en un ídolo para todos, adultos, jóvenes y niños. Durante muchos años más de aquella década escuché «Celia», «Decí por qué no querés», «Cómo te extraño mi amor», «Estelita», «Por un caminito» y muchas canciones más de sus primeros álbumes, casi todas de su autoría.
Ese romance de la niñez se renovó periódicamente, a medida que el cantante lanzaba nuevas producciones. Cuando parecía que el rating se agotaba aparecieron —en los setenta— los discos titulados «Siempre estoy pensando en ella», «Tú llegaste cuando menos te esperaba», «El amor y la felicidad», «Esa pared» y «Mary es mi amor» (dedicado a su esposa) que lo mantuvieron siempre al frente del «hit parade».
En los ochenta incursionó en otros géneros como tropical, folclore, cumbia, música cristiana, tango, vallenato (muy pocos conocen esta copiosa aproximación del cantante a la música colombiana) y rancheras. Es considerado el primer baladista que cantó con mariachis y fue mucho tiempo después del éxito alcanzado que supo que el gran Juan Gabriel había sido su corista. Leo Dan compuso más de 1500 canciones y sus temas fueron grabados en italiano, portugués, alemán, francés, inglés y japonés.
Leopoldo Dante Tevez, Leo Dan, fue un cantautor y compositor argentino que por más de seis décadas nos deleitó y acompañó. Precursor de Palito Ortega, Leonardo Favio y de Sandro el gitano, estuvo en Pereira en varias oportunidades donde tuve el privilegio de asistir a uno de sus conciertos en el estadio Hernán Ramírez Villegas.
Leo se consolidó como uno de los artistas más influyentes y queridos de la música popular argentina y latinoamericana y además de su labor como cantautor fue un activo defensor de los derechos de los artistas y participó en diversas campañas de concientización social. Recibió muchos premios por todo el mundo y en 2017 fue homenajeado en el Teatro Colón de Buenos Aires por su contribución legendaria a la música argentina.
Pasaron hasta la muerte del cantante otros cinco papas desde aquel encuentro nuestro de 1963 y estoy seguro que Francisco I se sabe, tararea y canta muchas de las canciones de Leo. Yo lo seguiré haciendo por siempre.