Escampavia.
Arquímedes, dice la leyenda, corrió desnudo por las calles gritando, eureka, eureka, palabra griega qué significa lo encontré, cuando descubrió el principio que lleva su nombre, según el cual un cuerpo sumergido pierde el mismo peso que el del líquido desalojado, todo ello cuando pensaba en la manera de resolver el problema que el rey Hierón le había encargado de encontrar si su corona de oro no había sido aleada con otro metal de menos valor.
La inflación, entendida como la pérdida de valor del circulante, como consecuencia de la cantidad del mismo en poder de la gente, lo que hoy hacen los gobiernos o los bancos centrales, en el pasado se lograba mediante la mezcla de metales que permitía poner en circulación más moneda, pero de menor valor intrínseco, así el precio de los bienes sube sin que sus condiciones cambien, esa, que es una regla que se cumple sin bemoles en la economía, hoy ha llegado por la puerta de atrás a la política en Colombia.
Recuerdo cuando en nuestro país solo existían tres partidos, el Liberal, el Conservador y el Comunista, trío al que se sumó, después del gobierno militar, la Anapo y posteriormente el Nuevo Liberalismo de Galán, hoy hay 34 partidos reconocidos y aptos para conceder avales a los candidatos a los cargos de elección popular.
No me cabe duda que la inflación galopante es el resultado de un democratismo que nos está conduciendo a la depreciación de los principios e ideologías que ofrecían los partidos a sus electores, hoy quizás con alguna excepción que confirma la regla, se han convertido, como el resto de la actividad política, en un negocio muy rentable en el cual, como ofrecía una universidad pirata que nos tocó evaluar, “no nos pregunte qué enseñamos solo digamos qué quiere estudiar”.
Los partidos, que antes congregaban a quienes pensaban de una manera, se han trasformado en tiendas que de un lado agrupan a los de ella se lucran y de otra por otros, que en este, que era un noble quehacer, lo han convertido en el vehículo que los hace nuevos ricos de la noche a la mañana; este espectáculo de gobernantes y legisladores que salen de sus cargos con: haciendas, mansiones, vehículos, viajes y joyas, pone a pensar a muchos, “si aquel lo logró sin mérito alguno porqué yo no”.
Ha hecho carrera la declaración de un político, de esos que ya son millonarios, quien dijo que una alcaldía daba más que un cargamento.
La proliferación de candidatos a las alcaldías de los municipios, donde hasta docenas de ellos compiten con el aval de partidos que se lucran con los votos de quienes se cobijan con su escudo, sin importar que ideas dicen defender, empresas electorales que han hecho florecer otras actividades conexas con el oficio: encuestadores, asesores y estrategas, hoy parecen ser indispensables en las campañas, hay unos muy necesarios porque son expertos en diversos temas y conocedores del entorno, estos ayudan a construir la propuesta de gobierno y posteriormente, en el caso de resultar ganadores, servirán como secretarios, gerentes o ministros; también proliferan los encuestadores que muestran niveles de aceptación y rechazo por cohortes de edad, sexo y lugar y finalmente aparecen los estrategas, unos que colaboran en la manera de presentar y presentarse, actividad lícita que aporta, quienes son los menos y también abundan otros, los que ofrecen ganar a cualquier precio, utilizando las armas más despreciables: la calumnia, la desinformación, las llamadas bodegas, la penetración en las campañas opuestas, en fin de todo aquello que se apoya en desacreditar al contrario, utilizando todas las artimañas, tal como dice el refranero popular, “sin parase en pelos”, su hedor ya colma el ambiente al punto de hacernos reclamar con el poeta: “busca mi espíritu mejores aires, mejores aires”.
Los maestros de la guerra sucia, que antes se dedicaban exclusivamente a las campañas políticas, han ampliado su campo de acción, ahora aparecen mercenarios que suman a su portafolio a empresarios de dudosa ortografía, ofreciendo sus servicios para, de un lado mejorar su imagen y de otra desprestigiar a los émulos.
La propaganda que se paga con dineros públicos, alguna para destacar lo positivo de su gestión, lo que compromete la objetividad del quinto poder, o en el peor de los casos apunta a encubrir peladuras, cuando contratan a los componedores de entuertos que llegan, en muchos casos, al extremo de pagar por calumniar e injuriar a quien se atreva siquiera a preguntar.
Finalmente, dado que, como dijo Gustavo Bolívar: “Nicolás traicionó a Day, y Day traicionó a Nicolás y Nicolás traicionó a Petro” y complementó Moisés Wasserman con, “todos dicen la verdad”, acaba de reaparecer, para excusar lo inexcusable, el ya trillado “todo sucedió a mis espaldas”.