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LUIS FERNANDO CARDONA
Director Fundador

ActualidadLos nuevos desafíos 

Los nuevos desafíos 

Desde la publicación del manifiesto comunista a mediados del siglo XIX el miedo al comunismo fue una de las principales motivaciones de los sistemas políticos existentes en el mundo. Hasta democracias tan arraigadas como las de Inglaterra o los E.E.U.U padecieron y explotaron al máximo esa ansiedad y fue así como el anticomunismo pasó a dominar la política exterior de esas naciones durante más de medio siglo, hasta qué, de repente, hizo implosión un sistema comunista qué llegó a controlar casi el 40% de la población mundial con la inclusión de China a fines de la 2ª guerra mundial. Desde entonces el marxismo, qué dejó centenares de millones de muertos, no pasa de ser enseñado como una doctrina más en la catedra de Ciencias políticas. 

Entonces pareció qué el mundo viviría gobernado por la ideología del progreso, del crecimiento económico y de la potencia ilimitada de la tecnología. Pero, de repente, amanecimos confrontados con una crisis civilizatoria que jamás habíamos presupuestado: el desastre progresivo del medio ambiente, algo que ya habían intuido algunos pensadores. Nietzsche afirmaba que «el desierto crece», Heidegger analizó las falencias de un mundo dominado por la tecnología, Freud empezó a desenmarañar esto en El malestar de la cultura, pero fue con el estudio del Club de Roma publicado en 1972 cundo se prendieron las alarmas ecológicas pues este predecía que si la economía y la tecnología continuaban sus tendencias de crecimiento se produciría una especie de colapso del planeta. Desde entonces el miedo al desastre ecológico reemplazó el miedo al comunismo en el debate central de la cultura occidental. 

El sistema económico desencadenaría la muerte entrópica del planeta, mediante una economía alimentada por fuentes fósiles de energía que descomponen gases de efecto invernadero. Desde entonces se acuñó la palabra «sustentabilidad” para tratar de reajustar el proceso económico y hacerlo compatible con la vida. Aparece la llamada «economía ecológica” destinada a demostrar que la producción económica no necesariamente debe agotar nuestro espacio vital. Desde entonces se habla de un «desarrollo sostenible» que satisfaría las necesidades humanas sin comprometer el medio ambiente. 

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