Me libero del cuento en el que soy una frágil doncella que espera en la ventana de una torre por un príncipe azul que venga a rescatarla; Me libero de la herencia de los cuentos de hadas en que todos vivieron felices para siempre. Cuentos de perfectos atardeceres, sin vientos fuertes ni mareas altas. Me libero del yugo de esperar, de fingir estar incompleta, de auto flagelarme esperando ayuda por creerme incapaz, por sentirme débil y desvalida. Me pido perdón por dejarme encerrada en la cúspide del castillo, viendo pasar los mejores días de mi juventud, esperando por la promesa escrita en las páginas de un libro de historias infantiles. Me libero de la culpa subyacente por descubrir que besé al sapo y jamás se vistió de azul, porque sentí el galope de un corcel que corría sin jinete, porque conté varias primaveras anhelado su llegada. Me libero de la rabia por haber renunciado a mi propio reinado, por acudir a un sueño que no soñé, por no haber tenido el valor de gobernar mis tierras, de defender mis límites, por no luchar con ímpetu por mi bandera.
Me libero también de la historia en el que soy la guerrera, donde me vestí de armadura y usé yelmo para no salir lastimada. Ese cuento que escribí huyéndole a la fábula, en el que soy la heroína, en el que todo lo puedo, en el que tengo poderes y nadie me gana. El cuento en el que salgo vencedora y conquisto mis logros a capa y espada. Me libero de la lucha y del peso de mi arma. Renuncio a las heridas que me ha dejado la guerra, así deba permanecer desarmada. Me libero de la batalla en la que deba ganar mi fuerza por defender mi voluntad que parece sosegada. Me libero de la lucha, de la ira, la soberbia, la rudeza y todas las capas con las que vestí mi alma.
Y después de la renuncia, de la liberación, podrá emerger entonces la mujer que aprendió de la princesa y la guerrera, solo aquello que la hizo ser mejor. Me quedo con las lecciones de ambos mundos. Me quito la corona y abandono la armadura, para usar solo mis vestidos y mis botas desgastadas.
Me libero de lo que pensaron que debía ser y de aquella que tuve que ser para demostrar que no era lo que creían. Soy solo yo, quien no espera porque comprende el valor del tiempo, quien no lucha porque elige disfrutar…
Muy bien Maritza. Un abrazo.
Gracias papi. Te amo, admiro y respeto infinitamente ❤️
Que delicia encontrar una pluma inteligente.
Que placer leer sin tropezezar con los lugares comunes de las bodegas.
Maravillosa actitud de madurez, mil felicitaciones, te quiero y admiro tus escritos y vivencias querida hija.
Me encanta como escribes!!…sencillamente real, el despojarse nos hace más fuertes, ni heroínas, ni princesas de hadas, solo eso mujeres reales con mucho por descubrir y demasiado que aprender. Gracias!! Por tus letras.
Un abrazo desde la distancia mi bella y valiente Is!
Hermosa Dios te bendiga la quiero mucho.